El país podría estar casi un año paralizado en el mejor de los escenarios y en el peor, y de mimetizarse los mismos resultados en unas nuevas elecciones y no alcanzarse acuerdos, podría estar más tiempo paralizado.
Esta paralización que algunos dicen que puede ser tan positiva desde el punto de vista del crecimiento económico como la que ocurrió en Bélgica entre los años 2010 y 2011, en España puede ser no tan positiva. Veamos algunos de los efectos que podría tener para la economía, la política y por extensión para el país.
Un efecto que ya se está visualizando es la paralización de la obra pública y eso ya lo están notando las grandes constructoras. Estas empresas son generadoras de una parte importantísima del PIB, en torno a 13 mil millones y son, evidentemente, generadoras de un gran volumen de empleo en nuestro país. Además, lo previsible a tenor del crecimiento previsto para el año 2016 que se prevé pudiera estar por encima del 3%, es que la obra pública creciese y ambos factores coadyuvasen a reforzar la inversión haciendo efecto dominó hacia el empleo. Dos de las grandes empresas ya han anunciado despidos: FCC y Sacyr. Igualmente, la congelación de la inversión podría producir que estas compañías focalizasen sus nuevas inversiones en otros sectores pero de otros escenarios o países y por tanto fuga de inversiones y de valor añadido.
Un efecto en el plano político que podríamos notar es la falta de iniciativa parlamentaria, es decir, que el Parlamento nacional no cumpla su función de órgano legislador. Eso tiene su problemática ya que en nuestro país hacen falta avanzar con reformas estructurales necesarias como por ejemplo la reforma del sistema fiscal para luchar contra la desigualdad que se ha generado estos años de crisis. Esto es muy urgente; las reformas necesarias para controlar el déficit público y el endeudamiento. Eso lo deja meridianamente claro el Informe España 2016 que elaboró la Comisión Europea y concluye dicho Informe que nuestro país es vulnerable a la volatilidad de los mercados.
Si en España no tuviésemos cercano un panorama político de estabilidad podríamos vernos abocados a un frenazo en nuestra economía y ralentizar el crecimiento, ahora tan necesario, para salir de la crisis generando empleo y bienestar por efecto de la inversión y del consumo. Por ello los partidos políticos tienen –deben- entenderse para evitar que todos estos escenarios perversos de donde venimos no se repitan, buscando marcos de entendimiento más allá de las ideas políticas de cada partido que valoren el momento tan peligroso en donde nos encontramos, y más cuando nubarrones procedentes de la Europa mediterránea aparecen en el horizonte, como pueden ser algunos síntomas que han presentado algunos estados como lo referido al deteriorado estado de la banca italiana y la portuguesa.
El fracaso de la investidura de Sánchez en segunda votación pone de relieve que ahora cada partido y candidato entran en una nueva etapa. Si en la primera votación de investidura todos hicieron unos discursos muy aceptables para sus electorados, algunos notables, hoy se ha puesto de manifiesto que la campaña electoral ya está instalada en el Congreso.
Muchos piensan que España necesita consenso evocando tiempos de la transición. En aquella época había mucho miedo en la sociedad a volver a una dictadura, hoy no, lo que hay es valentía y ganas de desafiar los actuales marcos constituidos en el 78, sino al menos de reformarlos. Los que piensan que desde la centralidad se ganará la batalla parten con ventaja doble, al menos así debería ser, en este caso Rivera y Sánchez, en este orden, eso sería lo normal y lo lógico, España es un país en la zona euro, con una trayectoria democrática de casi cuarenta años, pero esto sería así si en España no existiera esa tradición frentista y cainita que mucho me temo aún persiste «entre unos y otros» y que no puede resolverse con una estrategia de coalición de manos tendidas si no hay un acuerdo muy amplio y duradero, que de respuesta a todos las demandas sociales que reclaman las nuevas generaciones. Es en este punto , el de ser un acuerdo duradero, lo que probablemente fallará.
Estamos ante una partida de largo recorrido, dónde ganará quien sepa aparentar ser más firme en sus ideas, usar las técnicas más torticeras y ser el mas populista posible, fagocitando a una de los dos muertos vivientes. Así será porque España es un país dónde la telebasura vende más que la lectura, y para cambiar esto se necesitan cien años de educación. Esto no es una historia inglesa o americana, esto será una historia española, condenada a repetir errores y sino, recordemos esta frase.
«España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido».
BISMARCK
Autor: José Manuel San Millán
Socio fundador de www.electocracia.com y Director de la firma Target Point