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Autor: admin

El peligroso efecto imán de Ayuso.

Las elecciones del próximo 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, se han convertido en un maratón de fondo de todos los partidos políticos para gestionar el futuro de su propio partido, más que el futuro político de la propia región madrileña.
La presidenta Isabel Díaz Ayuso, convocó a principios de marzo a los más de 5,1 millones de electores de la Comunidad a unas elecciones ante el miedo a que le pudiesen convocar una moción de censura y descabalgarla de la presidencia autonómica. Ello conllevó que Ciudadanos diese un paso en falso y ahora se debate, entre deserciones y reproches internos, como un partido zombi que probablemente le cueste la existencia, de momento en la Asamblea regional.

Lo que está claro es que estas elecciones se dirimen en bloques, produciendo un frentismo político altamente polarizado;  unos contra el fascismo opresor que se ejerce en Madrid y otros contra el comunismo totalitario que puede llegar a Madrid.

El PP de Ayuso está ejerciendo un peligroso efecto imán aglutinando potencialmente un buen número de votantes de la más variada espectrografía política, es decir, desde el votante de centro derecha, considerado como la derecha liberal y progresista de Ciudadanos, hasta el perfil más conservador de derecha pura y votante de Vox. Esto lo ha provocado, sin duda, la irrupción de Pablo Iglesias cuando decide abordar Madrid y ser cabeza de lista por Unidas Podemos, después de ejercer su propio partido una oposición en la Asamblea de perfil moderado y a veces invisible en favor de Más Madrid,  que se reivindicó durante estos dos años de legislatura como una izquierda más contundente y por tanto más visible frente a las políticas del bipartito de Ayuso-Aguado. La figura de Iglesias y su discurso político duro y antiliberal provoca un efecto a la contra, en ese sentido.

Por tanto, podemos pensar que esta irrupción con un discurso agresivo sea una medida calculada perfectamente por Iglesias y su equipo para provocar precisamente que Ayuso aglutine, a su vez, un efecto refugio por el voto del miedo para muchos votantes de Cs y de Vox, al tiempo que se asegura visibilidad política en un territorio tan importante a su propia formación. La izquierda tiene claro que si ni Vox ni Cs son capaces de llegar a ese 5% de corte que otorga obtener representación, las posibilidades de que Ayuso llegue al gobierno se acortan sustancialmente porque los diputados que no consigan ni Cs ni Vox, en caso de no conseguir representación, se repartirían entre el resto de partidos y el esfuerzo de mayoría simple sería inservible a Ayuso para lograr los 69 diputados, que otorgan la mayoría absoluta.

Ayuso en su estrategia debe conseguir tres cosas: la primera, es incrementar su techo de voto, que en las últimas elecciones autonómicas de 2019 en Madrid se situó en un 22%, esto es, nueva cohorte demográfica de votantes, votantes socialistas que no se identifiquen con las políticas actuales del gobierno y usen el voto a Ayuso como voto de castigo a Sánchez, votantes procedentes de la abstención que vean en la izquierda el advenimiento de un peligro real y votantes de perfil liberal procedentes de Ciudadanos. La segunda, es evitar que el votante de Cs migre hacia el PSOE de Gabilondo en primera instancia, tal y como pasó en Cataluña o que vaya directamente a la abstención como acción de castigo a la política, partiendo de la posibilidad real que existe de que Cs no obtenga representación en estos comicios autonómicos extraordinarios. Y la tercera, y muy importante, es evitar que Vox se desactive por el propio impulso de Ayuso como foco de atracción del votante más conservador porque desactivado Vox, sus diputados se repartirían entre todos los partidos y al PP le llegaría algún diputado pero no todos. Vox obtuvo un 8.86% de voto en la elección autonómica de 2019 y posteriormente un 16.03% en la Comunidad pero en las elecciones generales de noviembre de 2019. Parece poco probable a estas alturas que Vox pueda quedar fuera de la Asamblea, pero un efecto muy potente de atracción de voto de Ayuso durante la  campaña electoral podría ser negativo para la derecha. Efecto, por otro lado, que probablemente se vaya acrecentando a medida que se desarrolla la propia campaña y que la izquierda sabe perfectamente que es un efecto adverso para las posibilidades de la propia Ayuso. Por tanto, cuanto más miedo o preocupación se traslade al votante del espectro de la derecha, mayor será, probablemente, su concentración como voto útil en el entorno del PP de Ayuso. Pudiera suceder, no obstante, que si Vox cae mucho y se percibe peligro real de no pasar el corte del 5%, una parte de los que optaron por la formación de Monasterio y Abascal hace 2 años, “vuelvan” de regreso para asegurar la presencia del partido en la Asamblea, aunque se queden sin darse el gusto de votar a Ayuso, a la que han convertido entre todos en el azote del gobierno central de coalición.

Rubén Rodríguez Martínez

Fundador y Presidente de www.electocracia.com 

ruben@electocracia.com

www.electocracia.com 

Ayuso, Ciudadanos, Elecciones, Madrid, PP, Vox

MAKE AMERICAN GREAT AGAIN vs OUR BEST DAYS STILL AHEAD

A menos de 6 semanas para las elecciones norteamericanas, marcadas en el calendario el martes 3 de noviembre, los equipos electorales de Joe Biden y Donald Trump fuerzan la maquinaria electoral para hacer llegar los programas electorales cargados de promesas en un caso, y de éxitos y consecuciones en otro, para convencer a un votante que está viviendo una campaña extraña o enrarecida a las puertas de unas elecciones:
violentos disturbios raciales en determinados Estados, catástrofes naturales en la costa oeste del país, una epidemia nacional, la del Covid, que ha cobrado la vida de más de 200.000 norteamericanos. Y, por si era poco, se ha colado la lucha por el control de la Corte Suprema con la vacante por el fallecimiento de la juez Ginsburg y su previsible sustitución por la juez Amy Coney Barrett, a propuesta del Presidente Trump, lo que le permitiría al Partido Republicano controlar el Alto Tribunal durante la nueva legislatura al margen del resultado en las elecciones, y que está marcando claramente la campaña electoral.

Trump y su jefe de campaña, Bill Stepien, han diseñado una campaña sobre tres aspectos estratégicos o pivotes electorales: por un lado está centrado en exponer sus logros este mandato; Trump no se centra en un programa de propuestas referido a lo que hará si gana o en un programa de gobierno pro futuro, sino se centra en lo que se ha hecho, en lo que él ha conseguido y  en especial en los logros económicos obtenidos estos últimos cuatro años para la sociedad norteamericana y en particular para la clase media y para las empresas del país. El segundo aspecto estratégico de la campaña de Trump consiste en recabar apoyos tácticos y visibles en todos los espectros y sectores de la sociedad civil para contrarrestar las acusaciones del perjuicio que han causado sus políticas a determinados grupos sociales y étnicos de la sociedad estadounidense y limar la visión autoritaria que de él parte de la sociedad norteamericana –y mundial- tiene. Y el tercer eje estratégico consiste en hacer ver a quién me enfrento –en todas sus dimensiones- y contra quién debe América luchar para no caer en el izquierdismo radical y en el caos como ha hecho parte de la Europa democrática. Ciertamente, estos tres ejes estratégicos de Trump están cuidadosamente medidos por el equipo de Stepien, aunque Trump siga dando la imagen de ser un político no al uso, o un outsider como se le ha acusado por parte del establishment republicano al que cada día está más enfrentado y ya casi se habla de una suerte de corriente política dentro (o al margen) del republicanismo, el Trumpismo, que ha hecho que políticos tan influyentes en el partido Republicano como Mitt Romney se hayan distanciado e incluso hayan criticado abiertamente la forma de hacer política del presidente Trump. O cómo el candidato republicano fallecido, John McCain, prohibió a Trump asistir a sus funerales en Washington. Por poner dos ejemplos visibles de dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos y referencias del republicanismo tradicional abiertamente críticos con el presidente Donald Trump.

El primero de los elementos estratégicos de Trump: ¨lo que he conseguido en mi mandato¨. Trump pone en valor los logros obtenidos en el periodo  2016-2020, centrándose en el aspecto económico como la estrella o la punta de lanza de su campaña electoral. De ahí destaca la importante bajada de impuestos que según su propaganda alcanzó a un 82% de las familias norteamericanas, calificándolo como de una auténtica revolución fiscal. La reducción de impuestos para las pequeñas empresas cifrados en más de 415 mil millones de dólares en desgravaciones fiscales directas. La consecución del pleno empleo, con unas tasas de desempleo de un 3.6% en diciembre de 2019, aumentado en la actualidad a cifras de un 8.4% como efecto de la pandemia. Igualmente está haciendo en su campaña alarde del proteccionismo de los productos nacionales, como el acero y el aluminio, al que impuso un arancel del 25% al acero importado y un 10% al aluminio como aspectos estratégicos para proteger la productividad y el empleo en USA. Este aspecto se ve incluso más cercano en nuestro país con el asunto de la aceituna y el aceite de oliva con aranceles del 25%; o como Estados Unidos se ha descolgado en 2017 de la Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica por ser lesivo con el mercado laboral interior norteamericano. Otro logro que pone en valor, éste en el ámbito exterior, son las políticas correctivas llevadas en Oriente Medio, Corea del Norte y Venezuela donde la administración Trump dio giros radicales respecto al gobierno de Obama y donde además ha sancionado la tenencia de armas nucleares, como las sanciones interpuestas a Corea del Norte o a Irán; respecto a Venezuela el asesor de Seguridad Nacional, Robert O´Brien, habla abiertamente de máxima presión y que esto se pueda visualizar en la propia campaña electoral como un gesto a la comunidad centroamericana. En el ámbito regulatorio ha hecho importantes reformas derogatorias, basadas en una política de desregulación y donde el propio Trump anunciaba al inicio de su mandato que por cada regulación que se hiciese efectiva, serían derogadas dos normas regulatorias, calificadas muchas de ellas como de verdaderas barreras a los mercados. Se estima que este mandato del presidente Trump se han retirado más de 800 normas regulatorias. Junto con la desregulación prometió reducciones burocráticas y administrativas en los sectores agrícola, medioambiental y energético, siendo importantes logros los que su gobierno consiguió en estos ámbitos. Por tanto Trump se presenta a esta reelección como un gobernante que ha conseguido dinamizar el mercado de trabajo consiguiendo pleno empleo, bajar los impuestos significativamente y defender el mercado interior productivo y eso es artillería pesada para su campaña electoral.

El segundo pivote estratégico, y muy importante por los tiempos de tensiones raciales y étnicas que se viven en el país, consiste en  dar visibilidad en su campaña a colectivos que han utilizado en su contra el Partido Demócrata y determinada prensa denominada ¨ hostil¨ por Trump: ¨quién me apoya y quién está conmigo¨. Un buen ejemplo de ello es la campaña a su favor en las redes de diversos colectivos de la sociedad civil americana. Colectivos de todo tipo e índole y de carácter transversal están apoyando al candidato republicano. Desde el colectivo denominado ¨Mujeres Americanas¨, donde tiene una Junta Asesora de mujeres republicanas cuya figura más visible es la ex Fiscal General de Florida Pam Bondi y otras figuras influyentes y representativas como la ex gobernadora de Arizona Jan Berwer, entre otras, hasta colectivos de carácter étnico como es el sector latino, representado por la empresaria de origen cubano y actual vicegobernadora del Estado de Florida Jeannete Nuñez. Al tiempo que está siendo apoyado por el colectivo afroamericano (Black Voices for Trump) donde ha reclutado a personas influyentes tal como la bloguera Stacy Washington o al pastor Darrell C. Scott, fundador del New Spirit Revival Center de Ohio y con una influencia sobre el colectivo afroamericano muy considerable. Trump también ha recibido apoyos abiertos de la policía norteamericana a través del Comité ¨Cops for Trump¨ y donde afirma abiertamente que el izquierdismo (o el partido Demócrata actual) está de parte de la delincuencia violenta y organizada en las ciudades donde ha habido disturbios raciales. En definitiva, Trump está buscando el apoyo de multitud de colectivos como estos, y otros muy representativos como son los religiosos (Catholics for Trump, Evangelicals for Trump, Latter Sants-Day Saints for Trump); colectivos étnicos (Irish for Trump, Italian for Trump, Greek for Trump, Jewihs voice for Trump; Polish for Trump, Muslin Voices for Trump), colectivos profesionales (Lawyears for Trump, Medicals for Trump)… Es decir, Trump busca el apoyo de todos los colectivos y grupos representativos de la sociedad norteamericana y atraer con ello la sociología de base de ese voto con el propósito de demostrar que la América realista de la calle, la que trabaja y que busca prosperar, está con él y su proyecto de país.

Y, el tercer elemento de su campaña es¨ a quién me enfrento o quién está en frente de mí¨ (de Trump). Este es el elemento donde más importancia tiene el aspecto emotivo y donde el candidato republicano y su equipo tratarán de ¨poner contra las cuerdas¨ durante la campaña a Joe Biden, a su equipo, sus financiadores y lo que Biden representa y podría hacer si llega a ganar y a gobernar los Estados Unidos. Trump ha dicho en varios mítines que Biden es una persona con dificultades físicas y mentales (¨Biden está vivo y no lo sabe¨). Ciertamente Biden ha dado muestras de no estar en su mejor plenitud con visibles errores públicos y eso Trump lo está utilizando, porque eso en Estados Unidos en campaña electoral vale y además cuenta. Trump está trasladando a la sociedad americana que los disturbios raciales han estado provocados por grupos desestabilizadores de extrema izquierda que ahora están en las filas del Partido Demócrata y, además el Partido Demócrata está siendo financiado por desestabilizadores mundiales como Soros (ciertamente Soros ha financiado la campaña de Biden donando 50 millones de dólares para la campaña en el Estado de Pensilvania y en el de Florida –estado clave-) o por monopolistas de la información económica como Michael Bloomberg – ex alcalde de Nueva York y rival de Biden en Primarias- que donó 100 millones de dólares para la campaña en el Estado de Florida, recordemos la importancia capital de ganar en este Estado por el número de representantes que otorga y por el valor significativo que tiene, pues desde 1996 no ha habido ningún candidato que haya perdido en el Estado de Florida que haya conseguido ser presidente de los Estados Unidos. Además Trump, está utilizando la propuesta de ampliación de derechos que propugna Biden para mandar un mensaje claro: Esto es inasumible actualmente por su altísimo coste económico para la nación americana y sus políticas conllevarán necesariamente la subida masiva de impuestos, suponiendo una regresión fiscal respecto a los últimos años. Las subidas de impuestos lastrarán el crecimiento.

Además de atacar la aparente atrofia física de Joe Biden, su estrategia sobre contra quién rivalizo, consiste en afirmar que el partido Demócrata ha sido secuestrado por las élites millonarias de la Costa Oeste y por el radicalismo de izquierdas antisistema, en especial por la corriente más izquierdista que es la que representa el senador por Vermont Bernie Sanders y rival de Biden en las Primarias Demócratas. Trump está lanzando un mensaje electoral contra el Partido Demócrata de estar próximo a la dictadura bolivariana de Maduro y de colectivos abiertamente cercanos a la izquierda radical europea. Donald Trump se presenta, y así lo quiere trasladar como ya  hizo en 2016, como un hombre de acción y un gestor de empresa que dirige los Estados Unidos como si de una gran corporación se tratase siendo él el ejecutivo más importante. Cierto es que ahora en los mítines habla ya de la experiencia adquirida como gobernante y líder mundial. Pero a diferencia de Biden, que ha descargado parte de su campaña en su número dos, Trump se presenta como un presidente que toma directamente decisiones y las ejecuta eficazmente, además de aplicar contundentemente la ¨law and order¨.  Igualmente, Trump acusa a Biden de haber hecho un programa de gobierno irreal basado en teorías izquierdistas, imposible de cumplir y que será muy costoso para la ciudadanía norteamericana que conllevará importantes subidas de impuestos, y en este sentido Trump tiene mucho terreno ganado porque el programa de Biden es muy ambicioso para una legislatura, complejo y parece muy costoso de realizar, al menos en el corto plazo.

La campaña de Joe Biden está en otra línea bien diferenciada a la de Donald Trump. En primer lugar Biden está alineado con el establishment del Partido Demócrata y aunque las primarias fueron bastante duras, se podría decir que Biden ahora es un político demócrata de consenso. Ha sabido reestructurar tendencias diversas dentro de su partido, recabando apoyos de sus propios rivales de primarias y tiene el apoyo, a su vez, del todopoderoso expresidente demócrata Barak Obama que lo está ayudando y apoyando en las redes sociales, ya que uno de los puntos débiles de Joe Biden es la gestión de su imagen y discurso en las redes sociales en comparación con Trump, que parece dominar las redes sociales y en especial Twitter como una prolongación de sí mismo.

Biden y su equipo electoral, dirigido por Jennifer (Jen) O´Malley Dillon, se han encontrado con la grave crisis sanitaria que, a priori, le ha podido beneficiar en las encuestas al igual que le beneficiaron inicialmente los disturbios raciales producidos en los estados Minnesota, Florida, Los Ángeles o Nueva York y potenciaron su imagen como hombre de estado moderado y de consenso que busca soluciones a los conflictos mediante la ampliación y reconocimiento de derechos civiles. Si bien Trump lo utilizó como arma arrojadiza contra Biden, como ya he dicho, de ser el amparador y en cierto modo instigador de los desórdenes, que por otro lado no son nuevos ya que durante los mandatos de Obama también hubo hechos similares y en otras épocas anteriores conocidas por todos. Aunque ciertamente ahora se está dando la impresión de que el presidente Trump ha podido ¨echar más gasolina al fuego¨ con sus declaraciones a favor de la policía y en contra de determinados grupos sociales al acusarles directamente de ser los provocadores de la llamada violencia policial.

Si Trump está llevando una campaña a cuestas dando imagen personalista, Biden ha descargado parte de su campaña en su segundo de a bordo que es, su otrora contrincante en primarias y ahora escudero en campaña, Kamala Harris (y también en Obama y en los Clinton, como ya se he dicho). La imagen de Harris es impecable en muchos sentidos: mujer, de origen extranjero, persona de gran formación y fue, como Fiscal General del Estado de California, muy dura con la delincuencia violenta, estando muy bien considerada por la propia policía californiana. Biden precisamente motiva su fichaje como una corrección de trayectoria discursiva, es decir, la figura de Harris cumple ambas funciones: gesto hacia las minorías étnicas por su origen familiar y gesto hacia el norteamericano medio que persigue la ley y el orden. Y ahí es donde Biden comienza a separarse dialécticamente del discurso más anti Trump respecto a los disturbios e inicia una remodelación apoyando el orden social, sin renunciar a la ampliación de derechos civiles.

El programa de campaña de Biden está basado en lo que hará si el Partido Demócrata consigue la victoria, es decir, en promesas concretas. Si el de Trump está fundamentado en poner en valor lo que hizo y en los éxitos obtenidos por la Administración republicana y en seguir profundizando en esos logros. El programa que lleva a campaña Joe Biden, al que se le puede calificar de extremadamente ambicioso y amplio, podemos dividirlo en varios grandes apartados; por un lado, el primer bloque sería todo lo relacionado con el ámbito social y la ampliación de derechos civiles, incluyendo los asuntos medioambientales y de cambio climático, así como un amplio programa dirigido a las minorías étnicas y raciales, que lo vincula con la consolidación de derechos civiles. El segundo bloque es lo relacionado con el ámbito de la reestructuración económica de Norteamérica. Biden y su equipo han hecho curiosamente un programa económico basado en el proteccionismo con muchas similitudes al programa económico que Trump llevó a las elecciones de 2016. Y el tercer gran pivote de Biden es la política exterior de Estados Unidos y la reformulación del nuevo papel que debe jugar en el orden mundial donde se reforzará la presencia norteamericana en el mundo, es decir, el liderazgo mundial que los Estados Unidos ha perdido como consecuencias de las políticas exteriores que la Administración Trump llevó a cabo desde 2016 y la renuncia voluntaria a un papel protagonista en el mundo actual, a juicio de los demócratas.

Respecto al primer eje estratégico del programa de Biden, el de la ampliación los derechos civiles, está basado en dos fórmulas; por un lado recoge parte del ideario de los partidos de centro izquierda europeos y a su vez basa su programa en recuperar parte del programa de Barak Obama en diversos campos: prolongar la educación más allá de la escuela secundaria que finaliza a los 12 años y adecuar nuevas infraestructuras educativas, aumentando el gasto en educación de forma integral, es decir, tanto en infraestructuras como en capital humano donde las comunidades afroamericanas puedan tener profesores afroamericanos para evitar el abandono escolar y procurar una mejor integración. Una campaña dirigida a la tercera edad, reforzando a los jubilados con menor poder adquisitivo. Un programa de energías renovables y energías limpias que beneficiará a las comunidades más empobrecidas, siguiendo el criterio del informe ¨the Climate Gap¨ de Rachel Morello-Froch, donde pretende crear un departamento de Justicia Ambiental y climática dentro del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Igualmente, Biden ha establecido programas específicos para comunidades étnicas como son los latinos, los asiáticos, los indígenas (a los que considera País Indígena) y una agenda de legislatura exclusiva para la comunidad negra o afroamericana. Asimismo, también tiene un programa específico de reconstrucción económica por la crisis sanitaria originado por la Covid-19 y ha anunciado una Estrategia Nacional de reconstrucción de la pandemia, al tiempo que promete ampliar y extender el plan sanitario conocido como Obamacare y la protección del cuidado de la salud a bajo coste, que consiste en la extensión universal de un seguro de salud para todos los estadounidenses y proporcionar una alternativa de salud, el llamado Medicare, que consistirá en que si la aseguradora privada no se adapta a las necesidades del ciudadano, éste podrá disponer de otras alternativas similares desde un sistema público. Un programa específico sobre la mujer, la igualdad de derechos reales sociales y la violencia de género. Igualmente, pretende asegurar vivienda digna como un derecho universal de todo norteamericano y que pueda llegar a las etnias y grupos sociales más desfavorecidas de Norteamérica, interviniendo el mercado de la vivienda. Biden pretende también ampliar el seguro de desempleo mediante la reforma de los programas de compensación, que consiste crear retribuciones en otros conceptos, tales como seguros de salud, a trabajadores con reducción de jornada en aquellas empresas con dificultades.

En el plano económico Joe Biden aborda un programa profundamente proteccionista que se puede advertir en el lema de la parte económica ¨Build back better¨, en contraposición con lo que en Europa se pueda creer. Joe Biden, ha confeccionado un discurso económico basado en fomentar la producción industrial en los Estados Unidos, como mensaje claro y directo a los Estados industriales. Biden propone que se deberá asegurar que no sólo la producción, sino que la cadena de suministro se efectúe íntegramente en Estados Unidos, generando valor en el propio país, reduciendo la dependencia productiva de China, bautizando este procedimiento como Buy America, y promete una inversión en I+D+I de 300.000 millones de dólares en los próximos cuatro años a objeto de modernizar las estructuras productivas del país en una suerte de pacto federal de los 50 Estados. Curiosamente este aspecto marcadamente proteccionista, en febrero de 2017 la Administración Trump, ordenó que el trabajo de ciertas actividades se desarrollase con acero producido íntegramente en Norteamérica, aspecto plenamente coincidente con el programa demócrata. Biden pretende reforzar sectores considerados como estratégicos como son el manufacturero y el sector tecnológico y convertir a la propia administración pública en una locomotora de adquisición y compra gubernamental, elevando las compras en cuatro años por valor de 400.0000 millones de dólares, que en palabras de Jake Sulivana, asesor del Partido Demócrata, sería la mayor movilización de inversiones públicas en adquisiciones desde la II Guerra Mundial, permitiendo recuperar el empleo perdido por el efecto Covid. Acusa a la Administración Trump de haber deslocalizado empresas fruto de la agresiva política económica y fiscal. Igualmente Biden tiene un programa muy definido para fomentar el asociacionismo sindical, o sindicalismo en las empresas, y potenciar la negociación colectiva en los cincuenta Estados, cuestión compleja en Estados Unidos. Desde el punto de vista fiscal, Biden propone un reajuste de impuestos, recayendo la carga contributiva en las grandes corporaciones y en las rentas más altas y propone en su programa económico que las rentas por debajo de 400.000 dólares no se les grave y que sea a partir de ahí donde se focalice la recaudación y gravamen fiscal. Acusa a Trump de haber beneficiados en estos cuatro años de mandato a las rentas más altas y a las grandes corporaciones empresariales del país en detrimento de la clase media, las familias y las pequeñas empresas.

Y en el plano de política internacional, Biden propone dar a Estados Unidos un nuevo liderazgo mundial, cuestión que a juicio de los demócratas ha sido abandonada por Trump en los últimos cuatro años al romper con las líneas marcadas anteriormente respecto a la política internacional norteamericana. Implementar la lucha contra el terrorismo internacional, perseguir el blanqueo de capitales generado a través de empresas fantasma y revertir políticas de asilo impuestas por Trump. Joe Biden propone, además, la celebración de una Cumbre Global de la Democracia. Establece, igualmente, en su programa un plan concreto de alianza con Centroamérica y sus gobiernos para asegurar las democracias y evitar la despoblación de esas zonas geográficas, con planes presupuestarios concretos cifrados en 4.000 millones de dólares para el desarrollo de los países centroamericanos que serán invertidos por la administración Biden en los próximos cuatro años.

Como se puede observar, ambos programas, ambos candidatos y las estrategias electorales de cada partido para llegar al ciudadano estadounidense son bien diferenciadas. Los dos candidatos ya saben por experiencia propia que donde se ganan las elecciones finalmente es en un conjunto concreto de Estados. Esos estados denominados como pendulares (swing states) donde el voto puede variar de unas elecciones a otras y donde el peso de las políticas económicas e industriales puede decantar que varíe el voto de un partido a otro. Ya hemos hablado del Estado de Florida con la importancia del voto latino y el número de representantes que este Estado otorga, nada menos que 29. Otro Estado estratégico por el número de representantes es Texas, feudo de los republicanos y que ahora todas las encuestas le dan tan sólo una ligera ventaja a Trump y que con el tiempo podría variar, este Estado otorga 38 representantes. Y luego, habrá otra lucha electoral muy intensa, y probablemente la más interesante para los analistas, en los Estados del Medio Oeste como Michigan, centro productor nacional del automóvil. En el Estado de Illinois, principal productor de energía y consumidor de recursos naturales para la producción de energía del país. El Estado de Pensilvania principal productor de acero del país. El Estado de Minnesota donde se concentra la minería de los Estados Unidos o el Estado de Ohio, primer productor de soja y trigo y Estado con gran peso industrial en el PIB del país. Serán, por tanto, en estos Estados de los Grandes Lagos donde se vivirá una intensa lucha electoral porque ahí se juegan los candidatos las elecciones y es ahí donde ahora se puede entender la importancia que ambos partidos dan a poner en valor las políticas económicas e industriales proteccionistas. El conjunto de representantes de estos Estados suponen casi 100 representantes y eso decanta claramente el resultado de las elecciones. Por tanto, saben que llegando a los votantes de estos Estados del Medio Oeste tienen parte del camino hacia la Casa Blanca hecho. Así, el factor económico va a tener un papel estratégico y decisivo en esta campaña electoral de 2020, probablemente más que la propia gestión de la pandemia que vive América. Y será pues, en estos Estados, donde la lucha electoral sea más intensa entre ambos candidatos debido a que el sistema electoral norteamericano no gobierna quien más votos saca, sino quien más representantes estatales obtiene y para ello deben dirigir hacia esos Estados sus mensajes, propuestas, programas, logros y proyectos electorales para los próximos cuatro años.

 

Rubén Rodríguez Martínez

Socio Fundador de www.electocracia.com

28/09/2020.

American election 2020, Biden, Elecciones USA, Trump

NI SUMAN NI RESTAN

Ni suman ni restan. No es una simple cuestión de aritmética, ley electoral o anhelo de algunos. Los votantes no pertenecen a una marca ni a un líder, los hiper liderazgos no son los que ganan elecciones en España porque aquí no hay un solo candidato con esos atributos.
Ni suman ni restan porque tampoco lo hacen las referencias de sus partidos ni su fortaleza de marca, el sistema de partidos ha cambiado y lo que mueve todo son las corrientes de opinión ciudadanas y sus plataformas.
Algunos aún creen que siguen siendo los medios, las grandes empresas o lobbies. España ya no funciona así.

Tampoco va pasar como en Francia cuando ganó Macron, por miedo a un Lepen (que para muchos franceses si representaba la extrema derecha), ni tampoco va pasar como en EEUU cuando ganó Trump y aún el poder económico y los medios pensaban que ganaría Hillary.

Esta obsesión de proteger al líder que tienen los partidos, creándose una burbuja infranqueable rodeada de sus más fieles y leales defensores choca con el exitoso modelo de nuestro actual Presidente Pedro Sánchez, cuyos asesores son capaces de entender los sentimientos y emociones de sus votantes y lo más importante, los de sus adversarios,  así que manejan a sus rivales como títeres, marcando la agenda mediática y convirtiendo errores propios de su gestión en la crisis actual del Covid-19 en los de la oposición en una Comunidad Autónoma que a todos nos sonará estos días con las fases de la desescalada.

 

Los espacios en España están muy bien diferenciados y definidos. En el lado izquierdo el PSOE goza hoy del voto útil por la ausencia de una opción moderada de centro izquierda constitucionalista, con conciencia social hacia las clases desfavorecidas, tan numerosas, y  alejada de los postulados errejonistas y de Podemos.  Esta opción política no está hoy entre la oferta de partidos y no parece que sea la que desea una gran parte de los votantes de Ciudadanos.

 

En la derecha el follón es mayor. El desplazamiento del PP al centro y su noviazgo con Ciudadanos, por cierto, les ha durado bien poco desde la foto de PP- CS unidos para País Vasco y ahora las tensiones entre Ayuso y Aguado,  deja el espacio más a la derecha libre para Vox, que conquista cada día paso a paso más terreno en ese espacio,  y se frota las manos ante ese experimento de sumar que tienen PP y Cs. Nada más lejos de realidad, el problema de PP y Cs no es si suman o restan en algunos territorios, sino que los votantes de los primeros no se parecen a los votantes de los segundos. Son liberales si, y hay coincidencia también de perfil, pero con muchos matices en los valores y principios.

 

El PP ha tenido y tiene su espacio natural en la derecha democristiana, el centro derecha moderado y de base fundacional conservadora, totalmente alejado del concepto de liberal-progresista, esencia de Ciudadanos, cuyos votantes se definen ante todo como progresistas.

 

Con un riguroso análisis, los valores defendidos por el partido de Abascal (por cierto una gran parte de sus líderes son ex Pp aunque los medios lo retratan de extrema derecha) han formado parte de las bases morales y doctrinales del PP y de lo que fue en sus años Alianza Popular. La derecha está desdibujada porque la izquierda la ha dividido en dos facciones. La derecha denominada moderada (PP y Cs) a la que tratan de arrastrar a un consenso en el lado de lo que hoy se denomina “progre” y luego la que llaman extrema derecha, VOX (menos de un 10% de sus votantes se autodefine así).

Cada vez que los llaman así, los de Abascal suben y les llueven votos de la clase trabajadora y de las clases medias. Así que la izquierda pasa el agua de vaso a vaso entre los tres partidos a gusto de sus estrategas. Lo tienen que estar pasando bomba.

 

Lo curioso de esto, es que la operación de fusión «bancaria» en marcha entre PP y Cs no aglutinará voto, porque el voto al partido de Abascal nada tiene que ver con el voto máximo que obtuvo Albert Rivera en Ciudadanos. Vox tiene marca, tiene relato y está actualmente consiguiendo ser  la oposición frontal al Gobierno de Coalición, tanto en el Congreso como en los tribunales y esta tendencia no se romperá por más unión o voluntad de sumar que tengas otras formaciones.

 

Al igual que Podemos no es un partido de extrema izquierda (recuerdo que la mayoría de sus votantes no se definen así), vox tampoco lo es en la extrema derecha. Los líderes son una cosa, sus votantes otra. Los partidos son lo que son sus votantes.

Mientras los de Casado se frotan las manos pensando que la fusión con Cs funcionará como si el banco grande se come al pequeño…. Y los de Ciudadanos, llegado el momento,  se frotan las manos pensando que Casado será peor alternativa que Inés.

Nada de esto sucederá, ni lo que piensan los azules ni lo que piensan los naranjas. Los azules, azules son, y los naranjas, son mucho más variopintos, votantes muy exigentes, algunos son muy pomelos, naranjas por fuera y rojos por dentro… pero también hay algunos son papayas, verdes por fuera y naranjas por dentro, de estos ya les quedan pocos porque se marcharon al partido de Abascal.

 

Pero no habrá un PP + Cs como un España Suma,  muchos se habrán han ido ya a Vox. Otros podrían irse a un nuevo partido aún por surgir, con personajes del tipo Toni Roldán, Luis Garicano o Rosa Díez y otros que se podrían sumar.

 

Recordemos que la última prórroga del Estado de Alarma de Sánchez fue apoyada por Cs, votada en contra por Vox, y con una abstención de PP. No se puede fragmentar más a la derecha. Hay que reconocer el merito de Sánchez. Divide y vencerás.

 

Ahora, solo dos meses después del noviazgo de PP-CS para País Vasco, con la crisis provocada por el Covid-19, ya se empieza pensar en una 2ª fase de legislatura, incluso apoyada por Cs y PNV, en convivencia con Sánchez y Podemos. Pero también suena una moción de censura presentada por Vox, sino la presenta antes el PP, que permitirá tomar una foto de los apoyos reales a este Gobierno, y en el medio, el rescate de la UE a la Griega, o quizás no tan duro pero traumático igualmente.

 

La alternativa de Gobierno para la derecha pasa inevitablemente por una refundación de la derecha conservadora, un nuevo centro derecha que aglutina a los votantes de PP y Vox (mucho más parecidos entre ellos) capaz de presentar batalla a un PSOE fortalecido, y Ciudadanos, pues a lo suyo, tiene mucho camino por recorrer, su función es la de ser útiles a izquierda y derecha. No hace falta ser Presidente para Gobernar un país, basta con tener los apoyos suficientes para influir lo suficiente. En eso consiste la política.

 

Recomiendo a sus señorías,  mejores análisis con datos fiables y recientes, menos encuestas de intención de voto caducas,  menos decisiones por olfato, y mucha más humildad. Salgan de su burbuja política, la gente los está esperando.

 

Por último, para los que no comprenden lo que pasa en el lado izquierdo y parte del centro, decirles que se armen de paciencia,  hay Gobierno de coalición para rato.

 

José Manuel San Millán

Fundador de www.electocracia.com y socio director de la consultora TargetPoint

jmsanmillan@targetpoint.es

Ciudadanos, Coronavirus, Elecciones, Política, PP, Vox

La pandemia. Reflexiones a la luz de la antropología y la historia

La pandemia. Reflexiones a la luz de la antropología y la historia.

En materia de política y de análisis de la realidad social no me gusta apelar a las emociones. A estas las dejo para canalizar el amor que siento por todos los que me rodean y que quiero; las dejo para alimentar mi espíritu; para parar el tiempo con mis sueños, mis anhelos y los estímulos que percibo con los sentidos. Cuando trato de comprender la realidad política y social, hago todo el esfuerzo posible por situarme en el lado de la razón, aislarme de la pasión y someterme al rigor del entendimiento de las cosas. Dejo en la trastienda mi parte artística y emocional y me transformo en lo que de racional me ha hecho mi profesión como científico social o como intelectual. Examino los datos y cuando los quiero analizar, los someto al rigor de un método científico, a sabiendas de que lo hago desde un determinado planteamiento epistemológico. Ni que decir tiene, que esto supone apartar del análisis cualquier atisbo de ideología.

Siempre que tengo ocasión, explico que las ideologías, todas, son representaciones falsas de la realidad, por muy coherentes que quieran sernos presentadas. Foucault hablaba del ejercicio del poder sobre las personas desde la sumisión de los cuerpos por el control de las ideas. Justamente es lo que en nuestra sociedad predomina y que en la presente crisis epidémica no sólo no se abandona, sino que se refuerza, tanto por los responsables políticos, como por sus extensiones, los grandes medios de comunicación, y también por las redes. En el momento que estamos viviendo la mayor parte de las personas estamos apelando a los sentimientos, a las emociones y a las bajas pasiones, y esto se alimenta desde las ideologías, que operan como un cincel grabando en las mentes sus mensajes para someter a los cuerpos a su control. Cierto que las ideas pueden servir para construir utopías y horizontes de salvación, más o menos realizables, o para cambiar la realidad, pero no para entenderla.

Pero ¿por qué se recurre a tanta ideología y por qué tiene tanto éxito? Porque el hombre se puede apartar de todo menos de sus profundidades, de lo telúrico que hay en él, de sus ansias de lo absoluto, de sus pasiones, de sus credos; es decir de su lado emocional, de lo animal. Y si bien de aquí nace su fuerza creadora, también surge la destructora. Es entonces cuando se aleja de la razón, que con sus códigos de lenguaje, de abstracción para comprender lo que no vemos, nos ha llevado a lo humano, a transformar la animalidad más primitiva en humanidad y de esta forma a su supervivencia. Quiere esto decir, que si alimentamos el lado sentimental y la animalidad, entonces, el equilibrio teorético, entre sentimiento y razón que ha hecho que la humanidad triunfe, se rompa del lado de lo animal, y lo humano desaparece. Petrarca decía que la razón habla y el sentimiento muerde. Si cultivamos la parte sentimental animal, convertimos al hombre en bestia y a la masa en lo bestial. Los ejemplos de estos desequilibrios están salpicados en toda la historia; baste recordar la época de los totalitarismos, con sus ideologías del odio, para ver hasta qué punto el hombre, por muy culto que sea, se convierte en animal; y no me refiero sólo al fascismo, me refiero también al comunismo, al nacionalismo y otras ideologías. No hay sistema social donde el hombre se haga bueno. Es siempre el mismo, capaz de hacer el bien y el mal, y el resultado de aquellas experiencias totalitarias debería enseñarnos de lo que somos capaces cuando se empuja al hombre hacia su animalidad.

Hoy nos encontramos ante una de esas situaciones que nos depara la historia, que la hace el hombre. Y cuando digo el hombre me refiero al ser humano que en busca de su felicidad, seguridad, bienestar, se hace ambicioso, egoísta y muchas cosas más, que nos explica la antropología y que ayudan a entender que el hombre nunca se conforma y quiere asegurar el mañana de manera ilimitada. Eso lo ha llevado reiteradamente en la historia a enormes catástrofes. Baste recordar, que en el siglo XIV el hombre europeo a través del comercio con Oriente, importó el bacilo de la pasteurella y provocó la famosa Peste Negra, que mató a la mitad de la población de toda Europa. Pero lo peor de aquella pandemia fue que desestructuró todo el sistema, con un desorden socioeconómico y político que se llevó por delante vidas de inocentes y haciendas, y aportó odio, mucho odio, miseria, desolación, persecuciones, guerras civiles y caos. Y aquella situación duró un siglo y medio, año arriba, año abajo. No les voy a contar esta historia, que muchos conocerán y que tengo escrita en alguno de mis libros. Lo único que diré, es que se salió de aquello cuando hubo un proyecto coherente que produjo un cambio de cosmovisión, esto es, cuando se entendió la nueva realidad y se adecuaron las estructuras a ella dejando atrás los demonios que nos construimos.

Estamos en una situación difícil, que nos debe hace reflexionar sobre la peligro de activar la animalidad y sobre cómo salir de esto con el menor daño posible. Y es que es difícil afrontar las desgracias cuando no sabemos dónde estamos. Hoy, además de lo epidémico nos encontramos ante un cambio de cosmovisión que no entienden, ni nuestros políticos, de aquí o de allá, ni los comunicadores sociales, ni los operadores del marketing político que, con sus viejas y caducadas ideologías, son los creadores de opinión y de quimeras para las masas, que solo piensan en el ahora. Y lo que es más grave, la crisis actual, no se resuelve activando la animalidad desde las ideologías.

Mirémonos a nosotros mismos con un poco de perspectiva histórica y sociológica. El hombre apolíneo y prometeico, salido del movimiento ilustrado que ejemplificaba el progreso y la esperanza, se ha tornado en Dionisios que sólo busca el hedonismo, el placer, lo momentáneo; el Yo absoluto, ese es el arquetipo de hombre individual al que hemos llegado. La cumbre del antropocentrismo. La propia idea de progreso, orientada a la conquista mítica y utópica del futuro, se ha salido de la secuencia del tiempo quedándose en el presente, en lo instantáneo; el pasado se ha hecho inútil y el futuro distópico, retrotópico o cuando menos nostálgico, con la consiguiente pérdida de la Esperanza. La razón se ha transformado en deseo, en lo que Yo quiero y elijo, que es el consumo. Este consumo nos ha transformado a los ciudadanos en consumidores, también de la política. Y hasta el poder de la palabra, como instrumento de comunicación y encuentro, lo que nos define como humanos, ha sucumbido frente al poder seductor de la imagen, del espectáculo y del verbo arrojadizo (los mal llamados debates, que debían llamarse combates); la palabra dialógica, la persuasión, lo intelectual, la dialéctica se ha esfumado, porque tiene muy poco que hacer frente a cualquier imagen-espectáculo que provoque emoción y sentimiento y que nos aleje de la razón. ¿Cuándo vemos, a los que saben, dialogando, persuadiendo, razonando, hablando? Sin embargo nos apabullan los seductores, convertidos en imágenes impostadas y estudiadas que sólo saben apelar a la emoción y las pasiones para someter a los cuerpos a un control ideológico, que ni ellos conocen (dejo a parte, para otra ocasión, a los nuevos fenómenos de “youtubers” e “influencers”). Decía Chomsky que hoy el control de las personas no se hace por la fuerza, sino actuando sobre sus conciencias. La política es marketing que inscribe en las mentes mensajes de adiestramiento y sumisión en una sociedad individualista y cuya acción se sustancia en la conquista del poder para utilidad de grupos oligárquicos reducidos (partidocracia) y alejados de la comunidad política de la que se sirven pero a la que no sirven. Las campañas políticas que nos venden deberían avergonzarnos, en lugar de hacerlas nuestras y usarlas como argumentos contra nuestros adversarios ideológicos. El ciudadano es un consumidor de todo y, desde luego, de ideologías políticas que se utilizan para indoctrinar y someter, pero no somos partícipes de la política. Nos han convertido en un ente social para ser manipulado. El mismo Chomsky decía que la manipulación de los medios era más letal que la bomba atómica porque destruye los cerebros. Ya no hay personas, todo son tendencias, tomadas de los Big data, que actúan sobre los cerebros debidamente clasificados por segmentos sociales.

Estamos en contra de la Verdad. La Verdad ya no existe porque se han construido tantas verdades como individuos. Hoy todos tienen SU verdad, que confunden con su credo, y exigen que la respeten. La Verdad, la fuerza que ha impulsado al saber, se ha ahogado en esa cultura líquida de Bauman. Ya no se puede buscar porque se maneja a gusto de cada cual, es un traje a la medida. Este es el caldo de cultivo de las fake; es lo que ahora llaman, con total naturalidad y sin rubor, posverdad. Vivimos, por tanto, fuera de la Verdad, nos lo dicen y lo aceptamos. Ahora el necio vale más que el sabio. Hoy se acepta al mentiroso con naturalidad. No importa lo falso que sea si su discurso cuadra con lo que cada uno cree. Los mensajes son debidamente instrumentalizados con un lenguaje condicionado y pervertido por las ideologías para penetrar en las mentes y apropiarse de ellas. Así se crean o inventan unas nuevas identidades a base de crear a un Otro que hace al Yo diferente y que obliga a identificarnos por oposición a ese Otro. Nada más alejado de la fraternidad universal. En nuestro ámbito nacional, apartado el intento de la transición, no nos hermana la identidad del ser español, nos la da ser de izquierdas o de derechas, ser feminista o machista, ser separatista y otras que nos imponen. Pero esto es pura invención, son cosas recién inventadas porque opera para la manipulación. La sociedad de explotados y explotadores está periclitada hace muchos años. Hoy la sociedad es otra cosa mucho más sofisticada.

La sociedad disciplinaria (Foucault) del deber, en la que crecimos los de una determinada generación, ha desaparecido y se ha tornado en lo que el filósofo (Byung-Chul Han) llama sociedad del cansancio. Esta sociedad se fundamenta en el nuevo paradigma que él denomina neurológico, donde el YO DEBO se sustituye por el YO PUEDO. El individuo se somete libremente a la positividad que le viene impuesta por el SI PUEDO con el resultado de personas psíquicamente enfermas –yo suelo decir que hasta psicopáticas—porque el enemigo, contrariamente a la sociedad del deber, de lo que se debe hacer, está dentro de cada uno, y eso produce enfermedades neuronales (…Estrés, fatiga, depresión y otras enfermedades hasta el cansancio). La positividad, la apertura a sus multitareas, el imperativo del rendimiento y la auto-explotación son nuestra propias cadenas que no nos permite mirar más allá del WhatsApp; nos alejan de la contemplación, del pensar, de controlar los instintos y las pasiones y eso nos devuelve al animalismo. Estamos en la individualidad absoluta, sumergidos en subjetivismos emotivos y muy alejados de la objetividad y de la razón kantiana. Hemos acabado con todo lo que tiene raíces. Nada permanece. Todo se hace viejo cuando dejamos de mirarlo. Todo hay que cambiarlo, todo es efímero, utilitario, de usar y tirar. Hasta lo que algunos llaman cultura. La cultura enraizada en la tradición, la que da armazón y consistencia a una sociedad, no existe. Estamos en la “cultura” gaseosa y volátil donde domina la opinión momentánea, inventada, manipulada por opinadores de profesión que han elevado a la categoría de normal lo absurdo. Dejo fuera de este resumen una referencia específica a los “millennials” y la generación “Z”, los adictos a los likes, grupos o cohortes más duramente afectados por las redes sociales, los medios telemáticos y de manipulación cerebral, que ellos creen que son para SU libertad de pensamiento y de información.

Estas son algunas de las partes constitutivas de nuestro sistema social moderno, no lo que nos quieren hacer creer. Este es el mundo de los últimos años que se ha hecho global. Algunos lo han llamado la sociedad de la abundancia, de la información, pero también la del cansancio, neurológicamente enferma. Un modelo social universal cuya estructura económica se ha revelado disfuncional en muchos sentidos. ¿Quiere esto decir que debemos volver a la “tribu”? No lo creo, aunque no faltarán los que lo propongan con esta crisis. Muchas disfunciones aparecen en ese globalismo que determinados movimientos fuertemente ideologizados, no tardarán en aprovechar en su favor. Pero no pienso que deban ir por ahí las cosas. Deberían discurrir por el entendimiento de la nueva cosmovisión que nos está afectando y que supera a la percepción de esa realidad que tienen todos los políticos del mundo. Habría que convocar a la inteligencia mundial, que es mucha, y está “confinada” desde hace tiempo en sus estudios y conocimientos, pero a la que nadie escucha porque ni se sabe que existe y porque es ajena a los espectáculos de consumo y produce “pereza”.

Este confinamiento nos está dando la posibilidad de pensar y reflexionar, de salirnos de la manipulación constante si nos lo proponemos. Cierto que los WhatsApp no nos dejan mucho tiempo para la reflexión, pero hemos recuperado la posibilidad de hablar, de escuchar a los amigos y de pensar, porque la televisión ya aburre a muchos. Tenemos la oportunidad de meditar sobre lo que somos y a dónde vamos. Esta situación nos destapa una corrupción menos visible, la de la mala utilización de los dineros públicos que salen del sudor de los contribuyentes, y sobre todo la corrupción de las mentes mediante la utilización espuria de la perversión del lenguaje que inocula odio en busca del conflicto a través de la invención de grupos sociales contrapuestos ¿No nos damos cuenta que estamos asistiendo a la ruptura de la armonía social que fue lo que buscó la transición y lo que hace a una nación grande? ¿Es tan difícil entender el enorme peligro que eso comporta para una sociedad?

Las crisis son el origen de nuevas oportunidades y posibilitan mandar a la basura los desechos en descomposición que todas las sociedades acabamos generando con el discurrir del tiempo. La historia nos enseña que todos los sistemas sociales, después de una difícil búsqueda de relativa armonía, tienen una etapa de esplendor y cuando alcanzan la cima de la prosperidad acaban por decaer; en el Antiguo Testamento las vacas gordas van seguidas de vacas flacas. Lo que nos está pasando no es culpa sólo de unos pocos, sino de la sociedad en su conjunto para entenderse; por su ceguera y su soberbia. Hace años me preguntaba un periodista, a propósito de la crisis de 2008 ¿cómo puede decir que las crisis no son ni buenas ni malas con cinco millones de parados? Le respondía que una crisis social es como una enfermedad biológica donde la fiebre o la sintomatología te avisa de que no estás bien; a partir de ahí, tú decides si vas al médico a curarte, o te dejas morir. Las crisis dan la oportunidad de sanar al cuerpo social. De las caídas y de saber enfrentar el sufrimiento se sale fortalecido, porque nos enseñan lo mucho de lo malo que hemos hecho. Estas circunstancias nos obligan a repensarnos y a intentar conocernos mejor como personas, que no dioses, y a saber que dependemos de la colectividad. La fractura nos debilita. Nuestros ancestros primitivos sobrevivieron y superaron a los peligros y a las fieras porque se unieron con la ayuda del lenguaje, y las civilizaciones se levantaron para que la humanidad no sucumbiera al encerrarse en las tribus.

Me atrevo a no perder la Esperanza y ante lo que veo me arriesgo a formular, ahora sí, algunas ideas, para eso que algunos llaman sociedad civil, muy consciente que muchos las rechazarán por imposibles. Yo mismo soy de los que así lo creen, pero no puedo dejar de pensar en el modelo que el politólogo americano Lustick explicaba: cómo, en determinados momentos de los cambios sociopolíticos, lo que es imposible para un tiempo de la historia, pueden convertirse en posibles y hasta hacerse probables a partir de determinadas acciones y circunstancias. En cualquier caso, es una forma de no perder la Esperanza. También la historia enseña, sobre todo en los momentos críticos, que las terceras vías tienen pocas posibilidades, al menos a corto plazo. En las radicalizaciones opera el estás conmigo o contra mí. Esto le pasó a Erasmo de Róterdam en el siglo XVI durante los conflictos confesionales entre católicos y protestantes, así como a Jovellanos, a Feijoo y a tantos otros.

España atraviesa una situación muy difícil y no sólo por la crisis epidémica, geopolítica y global, sino por la coyuntura política interna del país, en tanto que comunidad política. Estamos perdiendo una mínima y necesaria vertebración. Ciertamente, tenemos un gobierno democrático porque ha salido del resultado mayoritario de la representación de la soberanía nacional, conformada por el voto de los ciudadanos en las urnas. Hasta aquí, nada que decir, independientemente de sus disfunciones, es la ley. Es el juego de la democracia en circunstancias más o menos normales, siempre que consideremos que la crisis del Estado autonómico -el separatismo—forma parte de lo normal. La cuestión ahora, con la crisis del Covid19, es que nos enfrentamos a una catástrofe global en la que se subsume la nacional. Los problemas políticos internos ahora deberían quedar relegados ante una situación de extrema gravedad, ante un enemigo no inventado, un virus desconocido que ataca a toda la humanidad, de la que se derivarán importantes consecuencias sociales, económicas y hasta culturales. No es la primera vez que pasa esto en la historia. Ya he hecho referencia a la crisis del siglo XIV que alumbró un mundo nuevo, el que culturalmente conocemos como Renacimiento. No hay solo este ejemplo. En épocas más recientes, a principios del siglo pasado, en 1917 se desató el famoso virus de la gripe, conocida como gripe española porque aquí causó verdaderos estragos, y se llevó por delante decenas de millones de vidas, además de las que ya había causado la Gran Guerra. El resultado de aquella convergencia de acontecimientos fue que el mundo cambió, no sin dejar un largo periodo de angustia, la muy conocida gran depresión o el crack del 29 y lo que vino después, con los totalitarismos de ambos signos (en los que no fue mejor uno que otro) y que desembocaron en la II Guerra Mundial. Ese fue el colofón del largo camino que hubo de recorrer la historia al no interpretarse bien lo que ocurrió a principios de siglo. ¡La salida en falso de la I Guerra Mundial nos llevó a la II Guerra! Deberíamos aprender las lecciones del pasado. Las circunstancias citadas deberían movernos a la reflexión aunque “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, hoy deberíamos aparcar nuestras diferencias ideológicas, porque lo prioritario no es el mundo que cada uno desea, sino salvar el soporte que nos queda: la nación unida es la tabla de salvación.

Para España yo propondría, (esto si es un ideal porque cualquier racionalidad lo desestimaría) que la sociedad no política, la de los contribuyentes, dejáramos de entrar en el juego que nos proponen los partidos, los agitadores sociales y los “mass media” de enfrentar unas ideologías con otras; eso es para los momentos de estabilidad. Porque, tal como llevamos expuesto, el enfrentamiento ideológico nos conduce a la animalidad y nos aparta de la razón, y sin esta no se puede hablar de racionalidad. Esta es la mejor y única manera de unirnos como españoles, como la nación histórica que somos para enfrentar fraternalmente la actual crisis. Ya vivimos momentos trágicos en que la nación abandonada por sus responsables políticos, supo responder con unidad frente al invasor francés y contrariamente a lo anterior, conviene recordar la pasada Guerra Civil que enfrentó a la nación en visiones ideologizadas. Ya sé que mi propuesta comporta buenas dosis de idealismo y que no tiene por qué ser realidad. Siempre recuerdo a Ortega cuando distinguía entre el Deber ser y lo que en realidad Es. Pero también recuerdo a Lustick, cuando explica cómo una cosa imposible puede convertirse en probable.

El Estado nacional se fundamenta en la representación delegada por el voto ciudadano que es la soberanía nacional. Soberanía no es poder, es legitimidad. Por tanto el pueblo es el soberano, no tiene poder pero lo fundamenta y legitima. Nace así el poder para su ejercicio que en teoría, se organiza en el Legislativo, donde nacen las leyes, en el Ejecutivo que las ejecuta y en el Judicial que garantiza que su ejercicio práctico se ajuste a derecho. No es este el lugar ni el momento de analizar si toda esta teoría se cumple o no. Digamos que esa división de poderes muestra grietas. Ahora bien una de las disfunciones más graves reside en el sistema de representación a través de los partidos. Estos son la vía institucional para canalizar las demandas sociales en la sede de la soberanía. El desarrollo de este sistema de partidos ha derivado en una partidocracia (aristocracia corporativa), quiere esto decir, que ha acabado predominando el interés corporativo de los partidos frente al de sus representados, así se manifiesta en la disciplina del voto que se antepone al de los compromisos electorales, en perjuicio de los representados. Es probable que esto unido a la corrupción haya dado lugar a la caída del bipartidismo y al surgimiento de nuevos partidos, que nacieron con vocación de renovar a los viejos, pero han sido fagocitados por dicho sistema. Estando esto dentro de la legalidad, supone de hecho, el secuestro de la democracia por los partidos por cuanto anteponen el interés corporativo al interés general. En unas circunstancias como las actuales esto deja a los ciudadanos desarmados, vulnerables y sometidos a manipulaciones constantes porque, como llevamos explicado, no fluye la verdad y todo se convierte en el interés del partido, con una mayor radicalización e incremento de la fractura social.

Muy poco veo que se pueda hacer, porque el Estado concentra en régimen de monopolio todo el poder, pero algo sí. Primero, recuperar el conocimiento de la realidad, este ensayo es un modesto acercamiento. Segundo, no hacer caso del exceso de información, siempre la dan procesada (“cocinada”) y cuya abundancia constituye la mejor forma de tapar la verdad como única forma de conocimiento. Tercero, desplegar nuestro espíritu crítico y huir de las manipulaciones, tanto mediáticas como partidarias. Cuarto, activar la presión social ejercitada de buena fe y sin partidismos, promoviendo un gran movimiento social en cuya cabeza pidamos que se sitúen aquellos que tuvieron responsabilidades políticas en el pasado de uno y otro signo, a fin de exigir la unidad de partidos en la sede de la soberanía nacional para construir una mayoría lo más representativa posible para enfrentar la crisis epidémica y la catástrofe económica y social que vendrá. Solo así se podrá superar la manipulación partidista y recuperar el control de la soberanía. Quinto, unidad en torno a la Constitución. Se pueden añadir los puntos que se quieran.

Ya sé que hay responsables políticos, acostumbrados a la partidocracia, para los que nada de esto entra en sus planes. Se trata de que, ante la falta de un liderazgo nacional, sea la nación, en un proceso de integración de distintos sectores sociales, la que se ponga por delante y exija a sus representantes que cumplan con lo que les piden sus representados. De esta forma, se distinguirían aquellos que sirven al pueblo de los que solo buscan proyectos hegemónicos a fin de excluir y segregar a una parte de los españoles. Tornemos esta desgracia, que solo hemos empezado a vivir, en probabilidad de una fraternidad nacional, con el respeto del Otro, base para el funcionamiento sano de una democracia. Democracia no es votar; es dejar de ser sumisos a los partidos para atender al interés general; es respetar al adversario y me temo que vivimos tiempos de escaso respeto de unos a otros. Abramos los ojos, dejemos las voces que nos incitan al enfrentamiento y pensemos por nosotros mismos. Esta sería la democracia de abajo hacia arriba.

Hace poco, leía al historiador Harari, que decía que el homo sapiens fue capaz de conquistar el mundo por el lenguaje. Espero que no seamos capaces de destruirlo también con ese mismo instrumento. Aprovechemos para exigir y desterrar las falsedades y perversiones de los significados de las palabras para que nuestros cerebros estén limpios.

Aficionado al flamenco no puedo dejar de acordarme de unos compases en que con grito de lamento la cantaora Lole Montoya recitaba: “El cardo siempre gritando y la flor siempre callá, que grite la flor y que calle el cardo y todo aquel que sea mi enemigo que sea mi hermano”. Pónganle música y vean en el cardo al que ustedes quieran, pero en la flor al pueblo o a la nación

 

José Ignacio Ruiz Rodríguez

Catedrático de Historia Moderna (UAH)

jignacio.ruiz@uah.es

Coronavirus, Pandemia, Política

NUEVO ORDEN… DISRUPTURA HISTÓRICA

La llamada ¨crisis del coronavirus¨ va a marcar un antes y un después de lo que conocemos actualmente.
Así como el fin de la II Guerra Mundial marcó el fin de una época, este hecho viral muy probablemente hará que el mundo vaya hacia otros patrones diferentes. ¿Cuáles? Nadie lo sabe, pero van a cambiar cosas de la vida diaria de las personas porque va a haber cambios en las relaciones entre las naciones.

En España, sin duda va a traer un posible hundimiento del Gobierno. El porqué se podría estratificar en muchas variables, pero el mayor porqué, sería porque le tocó gobernar en un momento histórico que puede ser considerado como el de mayor debacle desde la Guerra Civil española.

Hay varios factores, a mi juicio, que podrán marcar el devenir durante estos días del futuro del equipo de Sánchez. El primero de ellos, es el número de fallecidos a consecuencia directa de la infección. Es posible que España no esté preparada para un escenario con 8.000 o 9.000 fallecidos.

Una democracia donde se cuidan tanto los valores de la vida no está preparada para soportar tal cantidad de víctimas y a sus familiares, conocidos y amigos.

La segunda de ellas, es el colapso sanitario, marcado claro está por la infección. Los hospitales se puede considerar que ¨están a full¨ con las personas que padecen este contagio y están graves.

Muy vinculado a esto está también las personas con enfermedades que necesitan tratamiento y se les ha suspendido esos tratamientos en muchos hospitales donde ya no les pueden atender. Esto creará, sin duda alguna, una distorsión considerable en la visión de esas personas de la gestión del Gobierno.

La tercera, y muy importante, es el daño económico a las empresas y la cantidad de personas que pasarán a engrosar los llamados expedientes de regulación de empleo temporal –y en algunos, muchos, casos definitivos- o ERTES. Si el Estado va a tener la suficiente agilidad como para que esas personas puedan cobrar sus prestaciones en tiempo y forma de tal manera que puedan afrontar con seguridad y garantía su situación mientras dure esta excepcionalidad que se está viviendo. De no ser así, es decir, si la Administración no garantiza estos cobros lo antes posible para que todo sea más suavizado por atrofia del propio sistema, podríamos hablar de un escenario muy complejo desde el punto de vista social, donde la exigencia de las responsabilidades va a estar en un primer plano como petición básica al sistema.

Esta crisis que provoca el llamado coronavirus puede analizarse desde muchos puntos de vista, pero estas tres variables: número de fallecidos y tiempo de confinamiento; atención y colapso sanitario y gestión del desempleo provocado por el parálisis de la actividad, van a ser los factores por los cuales este Gobierno puede sufrir una pérdida importante de apoyos. Un gobierno, como todos sabemos, que son dos partes y diferenciadas en muchas posturas y aspectos. Saber qué estrategia adoptará cada parte para evitar responsabilidades será también interesante porque a buen seguro el lado de UP, tratará de jugar sus opciones para distanciarse de lo que parece puede ser un desastre social y político para la izquierda.

Lo mismo que a Trump le podrá afectar en su reelección frente a Biden cómo afronte la gestión del contagio que le va a llegar, y le está llegando, de forma irremediable y donde la población norteamericana podría sufrir incluso más que la europea los desastres de la enfermedad, lastrando la economía mundial y pasando a su vez factura al conjunto de las democracias occidentales.

 

Rubén Rodríguez

Socio-Fundador y Presindente de www.electocracia.com de Electocracia Análisis y Mercados S.L y socio de la firma IPR.

Coronavirus, Crisis sanitaria, España, Pedro Sánchez, Política

Análisis y datos ante la posible repetición electoral.

Tras el reciente y fracasado intento de investidura de Pedro Sánchez, los días 23 y 25 de julio, legalmente se abre un período de unos 2 meses para intentar otra nueva investidura. Si el 22 de septiembre no hay candidato investido presidente, se disolverán las Cortes el día 23 y se convocarán nuevas elecciones generales para el domingo 10 de noviembre de 2019. Serían los cuartos comicios legislativos en España en casi 4 años, todo un récord sin precedentes en nuestra historia política.

Centrándonos sólo en los aspectos políticos y electorales de esa nueva y posible cita de otoño, ¿qué resultado habría? ¿se producirían movimientos de voto entre partidos? ¿entre bloques? ¿seguiríamos sin posibles mayorías de gobierno? Son muchas preguntas las que la opinión pública, los medios y los especialistas se harían, y para ello sin duda la demoscopia basada en encuestas será una buena opción que satisfaga temporalmente el interés sobre la evolución de la intención de voto de los partidos, o las posibles sumas en escaños para formar gobierno.

 

Pero ¿hay vida en el análisis electoral más allá de la demoscopia basada en encuestas? Por supuesto, y es una opción complementaria y totalmente necesaria tener en cuenta. Se trata de los datos reales históricos de anteriores comicios electorales. Analizar con detalle los resultados que se han producido en nuestro país también nos puede ayudar a entender posibles escenarios en una repetición electoral en noviembre.

 

Si consideramos para nuestro breve análisis las últimas 8 elecciones, desde marzo de 1996 a las más recientes de abril de 2019, podemos obtener unas conclusiones muy interesantes analizando la evolución del voto por partido y especialmente por bloques ideológicos, incluso sin recurrir a encuestas, que sí son imprescindibles para calibrar momentos concretos pre y post elecciones desde ahora. Pero los datos históricos son invariables, son los que son y están ahí para analizarlos, y nos desvelan certezas en el pasado, aunque eso no significa que se vayan a volver a repetir en el futuro.

 

En un ejercicio de concreción, sujeto por supuesto a cualquier otra interpretación, hemos agrupado en esos 8 comicios electorales los votos por bloques ideológicos:

 

  • Izquierda (PSOE, IU, Podemos y sus confluencias, PACMA y otros partidos menores no separatistas);
  • Centro-Derecha (PP, UPyD, CC, Ciudadanos, Vox y otros partidos menores no separatistas);
  • Separatistas (ERC, CiU-CDC-JxCAT, PNV, EH Bildu, GBAI, Més, BNG y otros partidos menores).

 

Teniendo esto en cuenta, descartamos el bloque separatista para nuestro análisis, y nos centramos en los bloques de izquierda y centro-derecha, así como en los datos de participación.

Con esta información, tenemos este escenario sólo con datos reales e históricos:

evolutivo electoral

Un rápido análisis de la tabla nos muestra varias conclusiones principales (sin entrar en excesivos detalles):

  • A mayor participación, mejores resultados de la izquierda, que gana claramente en votos (1996, 2004, 2008, 2015 y 2019).
  • A menor participación, gran caída en votos de la izquierda y victoria del centro-derecha (2000, 2011 y 2016).
  • El electorado de izquierda es mucho más abstencionista, y cuando no vota repercute en el resultado final por bloques. Las comparativas de los votos en la izquierda de cada año frente a su media, muestra mucha más variabilidad.
  • Cuando la izquierda se moviliza y vota, gana con mucha ventaja al centro-derecha, excepto en 2019.
  • Cuando gana el centro-derecha en votos, lo hace con menos margen, excepto en 2000 y sobretodo 2011.
  • El electorado de centro-derecha es bastante más fiel, y suele votar más masivamente que el de izquierda. Las comparativas de los votos del centro-derecha de cada año frente a su media, muestra escasa variabilidad.
  • Los victorias en votos de un bloque no tienen porqué coincidir con los escaños (que no estamos analizando en este artículo), debido a la peculiar ley electoral española basada en circunscripciones provinciales.

 

Se produce un punto de inflexión en 2015, con la aparición de nuevos partidos y la quiebra del poder mayoritario del viejo bipartidismo. A partir de esas elecciones, la movilización es elevada por la polarización y la tensión política extrema, aunque los picos de movilización no varían en las tendencias por ideología, es decir, si la izquierda se abstiene más, se nota también más en los resultados.

 

Este período de polarización ideológica en España, ha provocado que por primera vez, con una alta participación de casi el 76% en abril de 2019, la izquierda baje por poco de 12 millones de votos y el centro-derecha llegue a casi 11,5 millones (2ª mayor cifra tras 2011), pero aún así, se cumple la tradición de la victoria de la izquierda con alta participación.

 

Con esta información ¿podemos aventurarnos a predecir qué resultados habría en unas posibles nuevas elecciones en noviembre, al menos por bloques ideológicos? Es posible aventurarse, o mejor dicho, es posible arriesgarse, basándonos en la pura observación empírica, pero nada garantiza que lo que sucedió en el pasado vuelva a producirse en el futuro cercano, aunque sí nos ofrece ciertas certezas que ayudarían en posibles estrategias electorales o acciones políticas.

 

Hemos analizado la evolución tanto en subidas como caídas de cada bloque, también respecto a la evolución de la participación, y teniendo en cuenta este histórico de datos, podríamos aventurarnos al siguiente escenario en caso de repetición electoral:

 

  • Posible caída de la participación de entre -3% y -4%, que podría quedarse entre el 71% y el 72% del censo.
  • Esta caída podría perjudicar mucho más a la izquierda, como siempre, aunque algunos condicionantes externos podrían suavizar las caídas o subidas. El “factor Vox” fue determinante en 2019 para la victoria de la izquierda como el “factor Podemos” lo fue en 2016 para que venciera el centro-derecha.
  • La izquierda puede ver peligrar aproximadamente 1 millón de votos si se repiten las elecciones, basándonos en extrapolaciones de anteriores comicios analizados. Contrariamente a lo que algunos opinan, podría igualmente ver bajar sus escaños aunque el PSOE vuelva a quedar primero, y teniendo en cuenta que sólo habría 2 grandes partidos en este flanco ideológico.
  • El centro-derecha, aún bajando la participación, podría no subir en votos, sino también bajar, pero en mucha menor medida que la izquierda, por lo que la repetición le puede beneficiar especialmente para mejorar en escaños. En cierto sentido, el centro-derecha puede estar en máximos de votos en una situación de alta polarización.
  • Las variaciones en votos, alterarían sólo levemente los escaños por bloques, por las características de nuestra ley electoral. Además, la división del centro-derecha en 3 grandes partidos tiene una prima de “castigo” para ellos en traducción de diputados.

 

Con estas consideraciones, especialmente la bajada en participación, los datos concretos podrían quedar más o menos así:

 

  • La izquierda podría obtener entre 10,8 y 11,2 millones votos, lo que le supondría bajar a entre 153 y 159 escaños.
  • El centro-derecha podría alcanzar entre los 11,3 y los 11,5 millones de votos, pudiendo subir a entre 154 y 160 escaños.
  • Como vemos, la repetición electoral podría provocar una gran igualdad tanto en votos como en escaños. Digamos que el centro-derecha se mantendría en votos pero aumentaría escaños por la caída en votos de la izquierda.
  • A la vista de estos posibles resultados, la situación política de bloqueo parlamentario podría continuar. En otras palabras, las elecciones podrían no resolver nada respecto a la situación actual.

 

Por supuesto, estos datos no son más que suposiciones no basadas en datos demoscópicos, que son los que se tendrán que tener en gran parte en cuenta a medida que nos acerquemos a la fecha límite para conseguir una investidura exitosa. En puro período pre-electoral y durante la campaña, las encuestas serán decisivas, como siempre, pero sobretodo para medir tendencias.

 

No obstante, sería un error no considerar los datos históricos de los partidos, los bloques y la participación, en los recientes comicios, especialmente desde el cambio de paradigma electoral de 2015, como hemos comentado ya.

 

Las apelaciones de la izquierda al voto del miedo podrían esta vez hacer que la movilización de su electorado vuelva a ser alta, o al menos mayor de lo que pensamos, pero tampoco nada garantiza eso en una repetición electoral. De todas formas: “los datos están para ser cambiados”.

 

José Miguel Silva

Socio-Fundador del portal www.electocracia.com

Elecciones, Elecciones generales, España, Investidura, Pedro Sánchez, Política, Repetición electoral

La recuperación del bipartidismo

Las elecciones municipales del día 26 de mayo van a tener una importancia mayor, si cabe, que las generales del 28 de abril, porque configurarán no sólo el poder territorial sino que determinarán en gran medida la gestión del futuro gobierno de la Nación, en cuanto a pactos estratégicos de legislatura y los pactos tácticos que se buscarán para la gestión de gobierno del día a día.

Se pueden hacer muchos análisis de los resultados de estas elecciones municipales. De hecho, se están haciendo muchos análisis en todos los foros de opinión. Pero hay un análisis muy simple que se puede hacer: el fortalecimiento del bipartidismo clásico español. A mi juicio, estas elecciones generales han supuesto que los grandes partidos tradicionales, es decir, por un lado el PSOE y por otro el PP, se hayan visto fortalecidos en detrimento de los partidos nuevos o incipientes como son Podemos, Vox y en menor medida Ciudadanos.

El PSOE, está claro que ha ganado las elecciones municipales debilitando de forma significativa a su mayor rival ideológico que es Podemos y que, lógicamente, afectará en la negociación que ambos mantengan a partir de ahora de cara a esta Legislatura. El Partido Popular, al que se daba por agonizante – y probablemente lo estuviera hace un mes- ha podido mantener y mantendrá cierto poder territorial que le hará sostener en pie sus estructuras y tendrá tiempo para corregir problemas, perfilar estrategias y hacer un partido a la medida de la nueva dirección, mucho más fortalecido ahora.

Cierto es que este fortalecimiento de los dos grandes partidos se produce en tiempos desiguales, pero con estrategias muy definidas por ambos partidos que han permitido su fortalecimiento. La del PSOE de Sánchez se produce cuando éste accede al poder mediante la moción de censura iniciada el 31 de mayo y culminada el 1 de junio de 2018. El PSOE languidecía hasta entonces con turbulencia internas y con amenazas externas como eran las que le generaba el propio Podemos y también Ciudadanos. Sin embargo, el Presidente de Gobierno de la Nación entonces, Mariano Rajoy, prefirió entregar el poder a Pedro Sánchez antes que convocar unas elecciones donde muy probablemente podría haber sido ganador el partido de Albert Rivera, y el escenario resultante sería, con total seguridad, bien distinto.

Si analizamos la intención de voto en esas fechas –mayo de 2018- el partido Ciudadanos estaba en máximos, muy por encima de la que tenía el PSOE e incluso del propio PP que ejercía la gobernabilidad, pero lastrado por los procesos judiciales abiertos, desgastando significativamente al ejecutivo de Mariano Rajoy. Ciudadanos se situaba cercano al 28% en intención de voto, mientras que PSOE y PP se les situaba empatados en un 21%. Mariano Rajoy, prefirió entregar el gobierno al PSOE para así salvar a los dos partidos, darles tiempo y oxígeno y que uno de ellos accediera al gobierno y que el otro, el PP, se reorganizase internamente y se recompusiese, arruinando así las expectativas de Ciudadanos de entrar como primer partido en el Congreso de los Diputados. El PSOE accede al gobierno y si analizamos la evolución en intención de voto desde ese momento es evidente que es creciente hasta culminar en las elecciones generales del pasado abril donde pasa de 84 diputados a los 123 y consolidar esa potencialidad de voto en estas elecciones municipales, donde rozó el 28% del voto y el 33% en las elecciones europeas. El Partido Popular, en sentido contrario, caería a partir de la moción de censura hasta mínimos históricos, culminando esa caída en las elecciones generales del 28 de abril donde obtuvo un resultado que no superaba el 17% del voto.

El favor es devuelto al Partido Popular en este período electoral. El Partido Popular tenía dos problemas, uno era Ciudadanos y otro era, obviamente, Vox, que crecía a costa del PP y era capaz de captar el electorado más conservador que hasta ese momento monopolizaba el PP. Sánchez, evita convocar las elecciones generales después de las Europeas. Esto hace que el PP se pueda ir recuperando porque de haberlas convocado posteriormente a las Europeas y municipales el voto de castigo que se ejerce, generalmente, en los comicios europeos, hubiese ejercido como caja de resonancia en el electorado español. Esto hubiese dañado de forma considerable al Partido Popular ya que en el momento de las elecciones generales Vox está en máximos en intención de voto y venía de una impresionante irrupción –en cuanto a resultados- en Andalucía. Sin embargo, el electorado conservador que optó por Vox, tal vez decepcionado por la fragmentación del voto y el triunfo en escaños de la izquierda, en las elecciones municipales redirige, en parte, el voto hacia el partido tradicional de referencia y otra parte se desmoviliza. Esto se traduce con que Vox en las elecciones municipales tiene una sangría de más 2 millones de votos respecto a las elecciones generales del mes de abril y el Partido Popular gana casi 700 mil votos.

Por tanto, lo que se puede igualmente concluir, es que ambos partidos tradicionales, PP y PSOE, están en fase de recuperación en tiempos distintos. Veremos ahora cómo pactan, uno en el Gobierno de la Nación y en los distintos territorios autonómicos, donde deberá llegar acuerdos  para gobernar, con la excepción de las mayorías absolutas de Extremadura y Castilla-La Mancha,  y el otro para conformar gobiernos tan importantes y significativos como son el de la Comunidad de Madrid y Ayuntamiento de Madrid que, sin duda, afianzarían la recuperación del Partido Popular.

 

Rubén Rodríguez Martínez

Presidente de www.electocracia.com

 

 

 

Bipartidismo, Ciudadanos, Elecciones generales, Pablo Casado, Pedro Sánchez, Política, PP, Vox

La incógnita es el PP

Cuando en el mes de junio de 2018 Pablo Casado se hacía con los mandos del Partido Popular en dura pugna con Soraya Sáenz de Santamaría, se abría en el PP un hálito de ilusión política e ideológica de revancha por el tiempo perdido en la desmovilización. El partido iba a ser manejado por un joven político –y su equipo- educado en los principios básicos y clásicos de la derecha española. La formación venía de una desmovilización ideológica de años basada en un abandono de los valores, doctrinas y referentes clásicos del partido hegemónico, quizá más orientado hacia el pragmatismo del presidente Rajoy por resolver los acuciantes problemas macroeconómicos que nos había dejado una grave crisis económica, que a reforzar las ideas políticas de un partido en un entorno político interno cambiante y en un entorno externo aún más cambiante, sólo había que mirar qué ocurría en Francia con los partidos clásicos de la derecha y las nuevas fuerzas emergentes.

Pablo Casado se puso manos a la obra preparándose para hacer frente, por un lado al PSOE de Pedro Sánchez, que había ¨asaltado¨ el gobierno –y se reforzaba progresivamente por la inercia del ejercicio del poder- y por otro lado, a tratar de recuperar el espacio perdido en el entorno y lugar del centro-derecha. Por tanto, uno de los objetivos estratégicos de los nuevos gestores del PP era volver a consolidar al partido como la principal formación de la derecha española, tratando de contener a Ciudadanos que le restaba votos por el centro y además, a controlar el crecimiento de una formación como Vox que venía o se inspiraba en los principios fundacionales del PP, o sea, en Alianza Popular. Estos retos eran los que Pablo Casado y su equipo tenían que tratar de afrontar de forma urgente y gestionar para volver a ser el partido que en su momento fue, con el objetivo de poder afrontar unas futuras elecciones con garantías mínimas, sino de ganarlas, de al menos ser el principal partido de la derecha, o sea, de obtener un resultado que le distancie de su perseguidor para poder tener alguna mínima garantía de llegar a acuerdos de investidura, y tener así alguna opción de gobernar frente ¨a las izquierdas¨ y sus aliados nacionalistas de todo tipo.

Qué duda cabe que no era una empresa fácil. Probablemente no son los mismos tiempos y circunstancias las actuales que lo eran las de 1986 o las de 1996 cuando el Partido Popular monopolizaba y mandaba en el centro-derecha nacional, desplazando a otras formaciones a su desaparición como ocurrió inicialmente con UCD, o posteriormente con el CDS. Es obvio que la sociedad ahora tiene exigencias y demandas bien diferentes a las que había entonces. Bien, pues parece que el nuevo PP de Casado no ha podido afrontar esta compleja pero esencial tarea existencialista. Vemos que Ciudadanos está sumando personas de relevancia significativa a sus filas provenientes del Partido Popular. Si ya sumó al ex presidente de Baleares, Bauzá, ahora lo hace con un presidente en activo por el propio Partido Popular, que además es el presidente de la comunidad autónoma más importante por PIB de España como es la Comunidad de Madrid. Deserciones de históricos como las de Martínez Vidal o Íñigo Henríquez en Madrid hacia Vox; guerras internas como la de Asturias entre Mercedes Fernández y el propio Casado, que fue confirmada en su momento como la candidata del PP al Principado de Asturias y luego fue sustituida por la oficialista Teresa Mallada, o la guerra en la Diputación de Ávila cuyo presidente crea otro partido al tiempo que sigue siendo presidente de dicha Diputación; espantadas como la designada Ruth Beitia en Cantabria para volver al punto inicial con Sáenz de Buruaga. Rebeliones de las bases del PP en Baleares contra la sede central “genovesa”, es decir, contra la candidata oficialista,  María Salom, que fue reemplazada in extremis, dejan al partido con una imagen de gestión interna estos diez meses muy deteriorada y que probablemente tenga su repercusión en las elecciones del 28 de abril.

 

Logos principales del partido popular desde su fundación.

A todo esto hay que añadir, para mayor desgracia del PP, que Vox podría obtener un resultado muy superior al estimado en las encuestas que se han ido ofreciendo desde hace meses, cuyo mejor resultado lo sitúan en un 13%. Hay estudios recientes que hemos manejado en Electocracia que estiman que Vox podría estar más cercano al 16% que a ese 12-13%, lo cual significa que el PP podría estar por debajo del 20% (lo que supone una pérdida respecto a 2016 de más de 13 puntos), al tiempo que Rivera podría estar recuperando enteros ganados en los dos debates televisivos donde fue mucho más incisivo con Pedro Sánchez que ningún otro candidato, mientras recluta referentes para su causa a 4 días de unas elecciones como el todavía presidente de la Comunidad Madrid por el Partido Popular, Ángel Garrido.

Probablemente uno de los mayores errores de Casado y de su equipo de gobierno ha sido no valorar el trabajo de los altos cargos y de los cargos intermedios que han estado trabajando en los tiempos pasados en el partido. Cuando lo óptimo hubiese sido contener a estos cargos, y máxime ante un período electoral que no sólo era previsible sino que se sabía que estaba a la puerta de la esquina a fin de evitar fugas a otras formaciones, tensiones y rebeliones internas. Un ejemplo contrario a esto es lo que hace en Andalucía, donde mantiene a Juan Manuel Moreno sin ser afín a su lucha partidista y apoyando éste a la candidata Soraya, pero la realidad es que Juan Manuel Moreno da un resultado efectivo pese no tener un gran resultado electoral. Y, ¿porqué mantiene a Moreno Bonilla? La respuesta es porque hay un período electoral en puertas y relevar lo hubiera sido un error. Se mantiene y luego en función de resultados se tomaría una decisión. Sin embargo, esta receta no la aplica en los casos anteriores donde, igualmente, hay períodos electorales. Está claro que esto se ha dimensionado de forma no correcta.

Al igual que el populismo de izquierdas estuvo a punto de laminar al PSOE con cuatro ideas relativamente sencillas que calaron de manera muy profunda en el electorado español de la izquierda durante los años de la crisis (no pagar la deuda a los bancos; vivienda gratuita de los bancos para todos paralizando los desahucios; renta básica para todos e ir contra la casta oligárquica que nos dirigía). Ahora el Partido Popular tiene que luchar contra las ideas y mensajes de Vox, que muchos de ellos no dejan de tener cierta dosis de populismo de sentido contrario (dado que lo más sólido de Vox es su programa económico, sin embargo no es el motivo por lo que más potenciales votantes está captando); por ejemplo, todo lo referido a la supresión de las autonomías y la revisión de nuestra configuración administrativa de 1978 (hay una visión en el electorado conservador que parte de nuestros problemas económicos y en particular los vinculados al déficit del estado viene por el oneroso coste de las autonomías); lo concerniente a las relaciones de género y a la derogación de la Ley Integral de Violencia de Género (que cala en un electorado masculino y en su entorno que han sufrido, por ejemplo, agravios en las situaciones de divorcio); la sensación de impunidad frente a los delincuentes (donde se perciben leyes muy laxas frente al delito); el problema de las fronteras y la inmigración (donde se interpreta el descuido y coladero de nuestras fronteras) y el dominio sobre el concepto del nacionalismo español (exacerbado por los procesos políticos en Cataluña y País Vasco, en particular, así como el resurgimiento de los nacionalismos en Baleares, Navarra, Comunidad Valenciana…), entre otras.  El PP no ha sido capaz de desmontar el constructo de Vox, sencillo pero “directo al corazón” del votante de derechas, que ha supuesto su migración. El Partido Popular debió poner el énfasis absoluto en que es el único partido que puede ofrecer garantías de gobernabilidad serias resolviendo los problemas de los ciudadanos y contrarrestando los mensajes de su mayor adversario político que ahora es Vox, potenciar un programa económico basado en el empleo, en la creación de riqueza y en la seguridad jurídica. Esto probablemente se haya ido fraguando en los años anteriores a Pablo Casado cuando el Partido Popular perdió su esencia doctrinal, abrazó ideas de la socialdemocracia y renunció a muchas de las ideas y conceptos del conservadurismo social y del liberalismo económico, al tiempo que ideas de izquierda iban colonizando espacios sin contrapeso por parte de la derecha española, quedando sus votantes incrédulos y viendo cómo la izquierda se reforzaba ideológicamente y hacía prevalecer sus ideas en el universo ideológico de la sociedad.

Rubén Rodríguez Martínez

Presidente de www.electocracia.com

 

 

 

Ángel Garrido, Ciudadanos, Elecciones generales, Pablo Casado, Pedro Sánchez, Política, PP, Vox

Un primer debate para los indecisos

Si pensamos que uno o dos debates en televisión van a inclinar la balanza o darnos más votos es que no hemos analizado las audiencias.  Tampoco el comportamiento de los electores en los últimos años o los últimos resultados electorales en otros países. Desde el debate de Rajoy y Zapatero en 2011, que consiguió una audiencia de más de 13.000.000 de televidentes, hemos asistido a un descenso general en todos los celebrados en televisión. Cerca de 9,2 Millones tuvo el de Antena 3 y la Sexta en que ya participaron los principales partidos en 2015. Los dos que nos han preparado para la cita del Domingo 28 de Abril, ayer en TVE y hoy en AtresMedia, repartirán las audiencias, y ya tenemos datos del primero de ayer en RTVE, que no ha estado nada mal, porque alcanzó los 8,8 Millones.

Entrando en números, sobre un total de supuesta participación electoral media de un 74% (que ya es decir), y una audiencia de 8,8 millones, ayer tuvimos una audiencia que votará de unos 6,5 Millones. Si aplicamos que un 20% podrían estar indecisos anoche, tenemos un total de 1.302.400 votantes indecisos potenciales. Por los datos que se han estudiado tras los debates, también sabemos que aproximadamente un 20% de los que lo han visto y estaban indecisos terminan decidiéndose.

Ya sabemos cuál es el targeting total. En el debate de ayer habría unos 260.480 votos que ya se han decidido.  Se repartiría de la siguiente manera, según los datos de inclinación ideológica.

Indecisos sobre el total de la audiencia target (Intra bloques) de Centro-Derecha: PP o VOX, Cs o Vox, Cs o PP, (aprox. 50% del total de indecisos) = 130.240 votantes.

Indecisos sobre el total de la audiencia target (Entre bloques) de Centro: PSOE o Cs, y PP o PSOE, (aprox. 20% del total de indecisos)= 52.096 votos.

Indecisos sobre el total de la audiencia target (Intra bloques) de Izquierda: PSOE y Podemos: (aprox. 30% del total de indecisos) = 78.144 votos.

Imagen: Valoraciones de medios. Fuente: Twitter.

Una vez analizadas las votaciones tras el debate, si aplicamos al total de indecisos los porcentajes. Tenemos una estimación de los votos conseguidos. En el caso del claro ganador de ayer, Albert Rivera de Ciudadanos, se estimaría en un 34% de su targeting de audiencia de indecisos provenientes de los anteriores bloques. Daría un total de unos 88.563 votantes se habría inclinado ya por Rivera. Este dato traducido a la realidad supone décimas pero también es cierto que puede inclinar la balanza en algunas provincias para conseguir escaños. Lo importante no es solo lo que se consigue de voto nuevo de los indecisos, que es poco, y casi siempre inferior al 1%. La clave hoy es lo que se puede hacer en un debate para desmovilizar a los rivales, especialmente al del bloque contrario.

Esta noche veremos el segundo debate. Será más complejo porque tendremos algunos periodistas disparando preguntas. No será tan fácil salir ganador, pero será sin duda igual o más interesante que el de ayer. Veremos si hay más indecisos que se deciden o prefieren dejar su elección para el último día.

 

José Manuel San Millán

Socio Director de www.targetpoint.es 

y asociado al portal www.electocracia.com 

 

 

Albert Rivera, Ciudadanos, Debate, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Podemos, Política, PP, PSOE, Vox

Primarias o Celebrities.

Los partidos políticos se preparan concienzudamente. Como no puede ser de otra manera claro está, para el conjunto de elecciones a las que se someterá nuestro país en dos meses. Estas son generales, europeas, autonómicas y municipales. Esa preparación como cualquier organización que salga a un mercado a competir, en este caso al cambiante y cada vez más complejo mercado electoral, se hace desde el tacticismo organizacional. Bien pudiera tener un símil claro en el ámbito deportivo colectivo. Para ello se busca, y últimamente con más intensidad si cabe, el fichaje impactante y si puede ser del contrario, mejor y más impactante será, a su vez.

Estamos viendo movimientos tácticos dentro de los partidos políticos. El objetivo es atraer o fichar a aquellas personas que siendo políticos o no, puedan ofrecer un mayor impacto social y mediático. Estas maniobras se hicieron en ocasiones concretas a lo largo de la historia de nuestras elecciones. Generalmente cuando un partido tenía que ofrecer una imagen de impacto regeneracionista y renovadora. Eliminando dosis de endogamia de partido. Ejemplo de ello fue cuando Felipe González fichó para las elecciones de 1993 como número dos por Madrid al entonces juez Garzón. Imagen viva de la lucha contra el crimen organizado en ese momento. Hoy en día, con más intensidad si cabe, todos los partidos políticos han salido al mercado de fichajes electorales.

Imagen: Líder mediático. Fuente: voterstudygroup.org

Vemos como Pedro Sánchez en apuesta propia ficha a ex entrenador nacional de baloncesto, Pepu Hernández para Madrid. Cómo el partido Ciudadanos le da carnet a la que ha sido presidenta de las Cortes de Castilla y León, Silvia Clemente. Que pide su baja por los desencuentros personales con el presidente del PP de esa comunidad. En Baleares ha captado para la causa al director general de la Policía y Guardia Civil, Joan Mesquida.

Vemos como el PP ha fichado al deportista y presentador Pedro Aguado. Imagen viva de la regeneración individual y superación personal.

Podemos se hizo en su momento con los servicios del ex JEMAD de las Fuerzas Armadas. Cargo de confianza plena del PSOE, el general del Aire José Julio Rodríguez.

Así, probablemente, iremos viendo fichajes estrella en todos los partidos que concurran a unas elecciones. Tanto ahora como en el futuro. Es la época de la política de las celebrities. No importa tanto el programa, pesa más el relato de quién es el político.

¿Podríamos decir que estamos ante la era de la telebasura política?

Parece que los partidos políticos estén más preocupados en ofrecer al exterior la imagen de acomodo de personalidades relevantes atraídos por un proyecto político y lo que suponen esas personas. Tanto por su origen como por su actividad así como el impacto que tiene atraerlas a su formación. Más que en ofrecer un programa político a la sociedad a efecto de solucionar los problemas reales de la ciudadanía, para mejorar la vivencia de las personas. Luego, ya sabemos que la política real la hacen los técnicos en las administraciones y otras muchas nos vienen impuestas desde Bruselas.

Efectivamente, esto no es algo nuevo. Los partidos suelen hacer estas maniobras de captación de nuevas referencias buscando el efecto doble. Por un lado atraer la atención de los medios.  Es decir, del conjunto de la sociedad con el impacto de la atracción sorpresiva.  Por otro lado, desconcertar a los contrarios o rivales con tales fichajes. Si pueden ser los fichados personajes notables provenientes de esos rivales, mayor será el desconcierto en la casa o partido ajeno y mayor desprestigio social y político para el rival en el corto plazo.  Con ello se muestra el mensaje implícito de que quien se va lo hace porque la formación de la que migra no es digna de militancia de personas con principios y valores y a donde se va lo hace con la garantía plena de ser una formación de principios éticos y morales sin igual.

Imagen: Los idus de marzo. Fuente: filmaffinity.com

Similares a las motivaciones, en cuanto al impacto, que se exponían en la película ¨Los Idus de Marzo¨ de Clooney, aunque con distinto resultado. Cuando se ficha al asesor del partido contrario, con el único fin de generar desestabilización y perjuicio, más que aprovechar la experiencia y conocimiento del fichaje ya que era descartado una vez fichado. Quedando inhabilitado para la profesión por tránsfuga. Dado que ya no podía regresar de donde procedía.

Todo esto que está muy bien y probablemente lo hagan todos los partidos políticos. Pero, también supone que se generen graves tensiones internas organizativas en el seno de las formaciones. Generalmente poco valoradas por los líderes políticos que han tomado tal decisión de salir a fichar.

Por un lado con un fichaje de estas magnitudes han conseguido abrir los telediarios y en los diarios matutinos y digitales. Consiguen la pole informativa del día. Por otro y en otros muchos casos, los partidos han conseguido armar una guerra interna y provocar desajustes en sus filas y cuadros.  Se sienten ninguneadas las personas sobre las que ¨cae el o la paracaidista¨ y rival político hasta ese mismo momento. Convirtiéndose a partir de ahora en enemigo.

Claro, los que llevan dando la cara en los últimos años, han levantado el partido en un territorio. En ocasiones hostil a la formación y han configurado sus equipos de confianza se ven en la situación extrema de ser desautorizados por la alta dirección del partido. Esta dirección coloca por delante de esas personas a otra que hasta ese entonces se la consideraba rival político.

A partir de ese instante alcanza el estatus de enemigo y compañero de partido.

Generalmente esos fichajes suelen llegar con prerrogativas negociadas y concedidas. Por ejemplo, ser cabezas de lista y ocupar cargos de relevancia política. Es decir, se han asegurado con la dirección del partido que en los próximos cuatro años se les permita una situación social y económica desahogada. Al tiempo que su imagen podrá ganar valor y protagonismo por los cargos que ostentará. A veces hemos visto que ocurre el caso contrario, es decir, pierde valor y protagonismo a medida que pasa el tiempo.

Las bases perciben estas decisiones con estupor y preocupación. Han sido éstas quienes han optado en su momento por los candidatos. Ahora revocados, desautorizados o cuando menos desplazados. Colocados en un segundo plano en honor de las nuevas figuras mediáticas. Además, se da la circunstancia de que las bases a ese o esa que ha llegado nuevo lo verán con mucho recelo. Se le ha percibido como rival y contrario en muchos casos y  sin hacer mérito alguno dentro del partido. Sin haber estado apoyando acciones de propaganda del partido día a día o los fines de semana o dar apoyo y trabajo al partido a costa de su vida laboral y personal.

Son ellos quienes logran estar a un primerísimo nivel asegurando su acomodo, simplemente por ser una apuesta del líder.

Esto, que pudiera verse inicialmente como algo irrelevante, tiene más trascendencia de lo que a priori pudiera parecer. Dado que el votante y con más fuerza el militante interpreta que por encima de cualquier decisión interna democrática, limpia y transparente impera la decisión y el dedo personalista de un líder. Un líder que ya no atiende ni entiende a las bases ni a los cargos que representan a esas bases. Un síntoma claro de la perdida de valores y también de la ignorancia popular.

 

Rubén Rodríguez.

Fundador de Electocracia.com

Aguado, Ciudadanos, Famosos, PEPU, Podemos, Política, PP, PSOE, Vox