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Autor: admin

Un barómetro del CIS inconsistente

Un barómetro del CIS inconsistente

La inconsistencia de la nueva encuesta del CIS nos impide contabilizarla para nuestro análisis de medias, como veníamos haciendo desde hace varios años con todos sus barómetros.

Madrid, a 25 de Septiembre de 2018,

El equipo de analistas y sociólogos de nuestro portal electoral ha decidido esta tarde no incluir la primera encuesta mensual del CIS por mostrar profundas inconsistencias que desviarían lo que a juicio de nuestros expertos es la media electoral y por lo tanto la cotización que nuestro site ofrece semanalmente.

Entre otras razones, nos basamos en el análisis realizado sobre la suma de PP+Cs+Vox que es de 41,8% cuando en las últimas elecciones fue de 46,3%, por tanto, cabe preguntarse dónde está el 4,5% que falta de un electorado probablemente muy sensibilizado con un gobierno que considera de Frente Popular.

Por otro lado, la suma de PSOE+UP es de 46,6% y en las últimas elecciones fue de 43,8%, por tanto, sube 2,8% desde entonces, que podría ser si se moviliza toda la izquierda y los socialistas cogen mucha abstención algo que tampoco refleja en opinión de nuestros expertos el clima político y el análisis por bloques ideológicos en datos netos de participación.

Asimismo, es muy sorprendente que un partido que baja 5 puntos en IDV respecto al anterior barómetro, ahora suba en su estimación un 0,6%.

Por último, optamos por no incluirlo porque el trabajo de campo no recoge los últimos acontecimientos sobre las noticias de la tesis del Presidente de Gobierno ni el desgaste de voto que puede estar teniendo por la dimisión de la ex Ministra Montón, la crisis de la actual Ministra Delgado, entre otras noticias sensibles para parte de los electores.

El barómetro del CIS ha representado siempre un indicador fiable por la amplia muestra que tomaba y también por el equipo de profesionales que tiene a sus espaldas, por lo que seguiremos analizando los próximos publicados con el objetivo de que las posibles correcciones puedan permitirnos volverlo a contabilizar para nuestros análisis de cotización demoscópica.

Equipo de Dirección técnica y de análisis de www.electocracia.com

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Rubén Rodríguez 

Fundador de www.electocracia.com 

 

 

Barómetros, CIS, Encuestas, Pedro Sánchez

Cómo entender la "titulitis" de los políticos

Cómo entender la titulitis de los políticos

Si mezclamos con cierto cuidado algunos ingredientes básicos de las teorías sociológicas, podemos comprender razonablemente el guirigay que se ha formado con los affairs de los títulos de nuestros políticos.

 

Las razones para estudiar pueden ser variadas, pero en un lugar y tiempo concretos dependerán sobre todo de las estructuras axiológicas del sistema educativo y del sistema social general. Alguien puede decir que estudia para ser mejor persona, pero en general, la mayor parte lo hace para conseguir el mejor puesto de trabajo posible de acuerdo con sus aptitudes, actitudes y circunstancias externas. De ahí la pregunta “qué te gustaría ser de mayor”. Si un niño respondiera que “una persona feliz” provocaría la sonrisa del inquisidor, una sonrisa que, si fuera analizada, pondría en evidencia la profunda fuente de angustia que subyace en la cuestión, su carga dramática, que puede ser desdoblada de su lado jovial, como vamos a hacer en estas líneas.

Desde el inicio de su andadura escolar, ese mismo niño se dará cuenta de la dureza del sistema, de la competencia constante y de la escasez de las recompensas, incluyendo el estilo de sus repartidores, escasamente afectivo. Irá viendo cómo, poco a poco, se van quedando en el camino los fracasados. La carrera escolar siempre fue una de fondo. Pero el recorrido ha variado desde el inicio de la educación moderna. A medida que se democratiza el sistema y la proporción de egresados aumenta, la meta se traslada a cotas más altas. En algunos países de América Latina, se usa el apelativo de “Licenciado” o “Licenciada” para dignificar a la persona. Antes, por estos lares, se uso el de “Bachiller”.  Tras la apertura de los sistemas, en España desde la década de 1980, en los países de nuestro entorno esos “títulos” honoríficos resultan anacrónicos.

Aunque algunos comentaristas culpan de la “titulitis” que sufrimos al Plan Bolonia. En realidad, el Espacio Europeo de Educación Superior en el que ingresamos en los últimos años no añade nada sustancial al esquema evolutivo, el cual debe entenderse como una cuestión puramente mercantil, de ajuste entre oferta y demanda de puestos de trabajo en un contexto en el que la implantación de la educación como derecho fundamental crea una consecuencia no procurada de exceso de mano de obra formada que no soluciona las tensiones sociales sino que las traslada o las pospone.

Eso se debe a que nuestro sistema educativo fue ideado en tiempos de la Revolución Industrial para formar trabajadores, no ciudadanos activos y críticos, o artistas, o simplemente personas felices. ¿Puede cambiar? ¿Existen alternativas? Por supuesto, de hecho así se denomina, educación alternativa, a una vía minoritaria que no es una solución siempre satisfactoria porque condena a sus adeptos, como en el caso del movimiento Homeschooling, a complicados equilibrios de integración social. Un dilema moral difícil de asumir para los padres o tutores.

Es más, el incesante rosario de reformas educativas que venimos padeciendo en las últimas décadas, no funciona como profilaxis ante la epidemia de titulitis que padecemos, sino que, por el contrario, la agudiza. La competencia aumenta cuando desaparecen materias como la filosofía o el latín, que son justamente las que podrían compensarla, al aprender a cuestionar el mundo que nos rodea, lo cual incluye la educación.

Titulitis es un término jocoso y vulgar. Tiene un sinónimo más honorable: credencialismo. Un título es una credencial cuya función es precisamente acreditar que has invertido en capital humano. Invertir en capital humano es importante desde que, a mitad del siglo pasado, los economistas de la educación estudiaron la evolución de la renta nacional y proporcionaron una excusa acorde con los valores del sistema a los gobernantes de las democracias liberales: cada dólar, cada euro invertido en educación, se recuperaría después sobradamente al aumentar la productividad del trabajador. Además, la ganancia se operaba en los dos niveles: ganaba más el trabajador que estudiaba más años, y ganaba todo el país o sistema, por las economías externas. Algunos críticos matizaron: en épocas de recesión, aquello no funcionaba. En realidad sí que lo hacía, pero a la baja. En época de crisis, hay que seguir sumando títulos para no perder el puesto en la cola de las de empleo.

En todo caso, el credencialismo es un esquema motivacional próximo a la acción racional. El fin del alumno es obtener los créditos que dan lugar al título con el mejor esfuerzo o en el menor tiempo posible. De esa forma se asegura superar a la competencia. Todo bien, pero, ¿por qué algunos hacen trampas y otros no? Dependerá de muchos factores y habrá que analizar caso por caso, pero en términos generales existe, desde Merton, una explicación bastante plausible. Hacemos más hincapié en educar a nuestros hijos en el éxito –no solo nosotros, también los educadores informales, como muchos personajes famosos de dibujos animados-, que en los medios legítimos para conseguirlo. El componente puritano de las clases medias ha ido disminuyendo en el último siglo, entre otras cosas, por la acentuación de procesos como el de la secularización. Muchos ciudadanos reconocen que copiaron en el colegio. La mayoría no tienen por qué ser después políticos o profesionales corruptos, pero tienen más probabilidades de serlo que los que no copiaron. También más probabilidades de comprar un título.

Puede parecer que estas someras explicaciones son suficientes para entender la fiebre por los títulos y la desazón de nuestros políticos por demostrar su valía. Pero hay más factores que echan leña al fuego. Los valores de la educación no son específicos de ese sistema. Acumular títulos da puntos, no solo para trabajar más o mejor, sino para elevar la notoriedad social. Fulanito tiene dos doctorados y habla cinco idiomas. Igual que en las tradicionales consultas de los médicos, los vecinos muestran sus credenciales enmarcadas en las paredes, junto con las fotos de sus viajes o los amigos de Facebook. La acumulación de bienes, tangibles o intangibles, nos clasifica en una jerarquía de estatus sociales. Se compite en una doble escala, materialista y posmaterialista. Es más guay no solo quien tiene más coches o casas, o la última televisión, sino el que más aldeas ha visitado de voluntario o más fotos tiene en manifestaciones pro-derechos humanos y no humanos.

Así pues, el título no es solo el titulo de master o de doctorado. El título es todo credencial, es decir, cualquier cosa que acredite que superas a otros en valores. Se da la paradoja, por tanto, que una educación en valores, o una sociedad no materialista, no garantiza la inmunidad contra lo que supone la enfermedad de la titulitis, porque podríamos seguir compitiendo por ver quién escribe más poemas.

¿Puede hacerse alguna consideración especial para los políticos? Por supuesto. Si todo vecino necesita acreditar que estuvo este verano en África, si todo trabajador necesita acreditar que tiene estudios, el trabajador de la política lo necesita, si cabe, con más ansiedad. La razón es simple: no hay consenso sobre el perfil del político. Cuando estudié Ciencias Políticas llegué a creer que aquella era una buena formación. Pagué cara mi ingenuidad, como muchos otros. Hace no mucho, en una conversación de café, con un candidato de cierta novísima formación, le pregunté por las cualidades que debía tener a su entender un político. Me contestó que era subjetivo, por tanto que ninguna en particular –tal vez no le preocupaba mucho porque era amigo del líder nacional-. Yo tenía la cabeza llena de las advertencias de Weber sobre la vanidad, o del tipo ideal de político intelectual de Gramsci, al cual ya no le bastaría la tradicional formación jurídica, sino que tendría que sumar conocimientos técnicos de administración pública, y sobre todo un conocimiento riguroso de los problemas sociales. Curiosamente, Gramsci era uno de los grandes referentes de la formación aludida en la anécdota, y por eso lo cito.

De ella  se deduce la neurosis típica de la clase política. Su inseguridad y sus contradicciones, sus complejos ocultos en demagogias, hacen que sean capaces de hacer el ridículo, en algunos casos, o de cometer delitos, en el peor, a la hora de acumular títulos que, en el fondo, no necesitan.

Fernando Gil Villa (Catedrático de Sociología en la Universidad de Salamanca USAL y experto en Sociología de la Educación.

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Máster, Pedro Sánchez, Tesis, Titulitis

Ahora el voto está en la derecha

Ahora el voto está en la derecha

El Partido Popular se ha puesto al tanto de lo que ha ocurrido en los otros partidos, me refiero al cambio generacional que se ha producido, tal vez traumático o tal vez menos traumático de lo que inicialmente se podría pensar o dibujar tal y como se estaba desarrollando la campaña interna donde lo ¨viejo¨ y lo ¨nuevo¨ luchaban para ver quién se quedaba al mando del partido.

En el partido hegemónico de la derecha española ha habido ya tres generaciones de políticos claramente visibles: la generación primera de Manuel Fraga y todo el conjunto de personalidades que provenían del tardo franquismo, que a su vez crearon movimientos políticos y sociales en la incipiente democracia como fueron, por ejemplo, Licinio de la Fuente con Democracia Social;  Laureano López Rodó con Acción Regional o Federico Silva con Acción Democrática…y personajes como el propio el propio Carlos Arias que concurrió sin éxito en las listas al senado en las elecciones de 1977. A eso se le suman posteriormente políticos provenientes de la propia UCD y personajes del liberalismo clásico como Antonio Ruíz Gallardón enmarcado, además, en el llamado franquismo crítico. Todo eso convergió en lo que fue inicialmente Alianza Popular con el potente liderazgo de Fraga Iribarne aunque sin éxitos electorales por tener en frente a un partido socialista muy bien liderado por Felipe González.

Posteriormente vino la segunda generación ya refundado, traumáticamente ¨sin las tutelas ni tu tías¨, el partido como Partido Popular en 1989, cuya transición a esa segunda generación pasó –casualmente- por  Antonio Hernández Mancha. El liderazgo de José María Aznar, apoyado en Francisco Álvarez Cascos, Rodrigo Rato, Javier Arenas, Mayor Oreja, Esperanza Aguirre y otros muchos, donde convergieron a su vez ideologías liberales, conservadoras, europeístas, humanistas, democratacristianas…etc. Esa segunda generación llevó a la nueva derecha a lo más alto: ganaron las elecciones de 1996 y de 2000, gobernando ocho años y donde, además, vieron como su mayor rival estaba ahogado en procesos de elecciones internas con tutelaje incluido (recuérdese el caso de Borrell). Esta segunda generación transitó en el poder hasta el sábado 21 de julio a medio día; nada más y nada menos que 29 años estuvo dirigiendo el Partido Popular. Cierto es que el anterior líder, es decir, Mariano Rajoy quiso romper vínculos con la generación a la que él pertenecía, siendo imposible tal empeño porque la realidad es tozuda y a veces supera a la ficción. No hay más que ver los procesos judiciales que a día de hoy tiene abiertos el partido y que no en vano a Rajoy le costaron la presidencia de gobierno, al tiempo que aparecían nuevos competidores que no supo o no pudo desactivar fruto, en muchos casos, de la adopción de medidas políticas fallidas. Un claro ejemplo de esto es el ascenso de Ciudadanos en Cataluña y la reducción a lo residual del PP allí a raíz de que el voto constitucionalista deja de creer en el partido de gobierno por renunciar a su vez a la defensa de los ciudadanos constitucionalistas en esa comunidad, yéndose a la opción que defiende con firmeza en la calle y voz en el Parlament al ciudadano constitucionalista.

Toca ahora, por tanto, una tercera generación de gestores que tiene un perfil joven. A Pablo Casado se le unen políticos, igualmente jóvenes, como pueden ser Andrea Levy, Antonio G. Terol, Begoña Carrasco, Manuel F. Vega…etc. Esta nueva generación tiene, desde luego, grandes retos: uno de ellos es devolver al partido a una posición de partido ganador, o sea, desactivar por el centro a los votantes que se marcharon a Ciudadanos y desactivar por la derecha los que podrían irse a la opción Vox. El reto estratégico, sin duda y más complejo, es recuperar al votante de Ciudadanos ya que este votante tiene un perfil de votante joven, urbanita y profesionalmente cualificado que abandona la ideología por verla, quizá, demasiado conservadora y poco liberal. El Partido Popular, además, tiene un serio problema de pérdida de votantes: por un lado lo ya dicho con C´s y por otro que cada año pierde más de 100.000 votantes por defunción ya que su tarjet potente de votantes se sitúa en los mayores de 65 años (véase el recuerdo de voto de 2016, CIS). Obviamente, los que más se mueren. Esa recuperación de voto que se ha ido a C´s no será igual en todos los lados. Probablemente en Cataluña cueste mucho más su recuperación, pero quizá sea más fácilmente recuperable en el resto de España. Para ello Casado y su equipo tendrán que marcar un discurso claramente liberal como estrategia de recuperación de voto. Si el nuevo PP es capaz de recuperar una parte de los tres millones de votos que se fueron del PP para C´s, podría volver a ser opción de gobierno.

Tiene otro reto, que se  podría denominar como táctico, y es la gestión de la comunicación del partido ante las futuras sentencias por procesos judiciales vivos por casos de corrupción. Vendrán sentencias que sean claramente desfavorables al Partido Popular y/o a sus antiguos miembros. Desmarcarse de las mismas en base a que ¨nada tenemos que ver y esto es de otros tiempos y otras personas¨ es muy importante y para ello ha de confeccionarse una estrategia de comunicación muy definida al respecto. Eso no va a ser fácil porque los rivales políticos lo utilizarán como arma arrojadiza contra el Partido Popular porque, efectivamente, pertenece al Partido Popular.

Ahora el nuevo Partido Popular ya está homologado en liderazgo al resto de los partidos nacionales. Líderes y equipos de gente compuestos por una generación nueva. Muy diferentes a los de la segunda generación y que nada tienen ya que ver con los de la primera generación, aunque también con alguna contra en su haber. La primera generación y la segunda, provenían de ámbitos profesionales y en algunos casos profesionales de éxito y prestigio reconocido (al margen de valoraciones ideológicas). En este caso, muchos de los políticos de esta tercera generación son como mucho ¨funcionarios de partido¨, es decir, a penas pueden exhibir logros profesionales en el entorno público o privado. Probablemente la nueva política haya cambiado en este sentido y sea algo que ahora va a ser así.

Rubén Rodríguez 

Fundador de @electocracia y socio de IPR Prevención.

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Pablo Casado, PP, Rivera, Vox

Tiempo de descuento para todos

Tiempo de descuento para todos tras la llegada del Gobierno de Pedro Sánchez:

Comienza una nueva fase política, que obliga a todos a repensar su estrategia. La llegada del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez acelera los cambios en lo que se ha denominado el bipartidismo, entendido como el concepto de lo que hasta ahora han sido el PP y PSOE como partidos hegemónicos que entran en una nueva fase, que es la de reacción. Como en toda cadena de sucesos, y al igual que en el mundo de las empresas, esto se produce en todos los ámbitos de la vida, es un efecto acción-reacción. Por ponerles un ejemplo, los accionistas de una empresa pueden cambiar una cúpula directiva, pero si ésta no cambia a sus empleados, o los recicla, los motiva, etc., es el mismo perro con distinto collar.

Todo está escrito, nada sucede sin una lógica de lo humano, porque los partidos están formados por personas.

La pérdida del Gobierno de la Nación por parte del PP ha dejado descolocado a muchos de sus afiliados, votantes y cuadros internos. Es normal, porque piensan que lo mejor habría sido que Rajoy hubiese dimitido y proponer un sucesor en lugar de servir la cabeza de su presidente en bandeja de plata a Sánchez con su moción.

Como dijo Rajoy, y con acierto, ha hecho lo mejor para el partido, y que también es lo mejor para él. El PP necesita refundarse, el problema es que no puede, porque pesan mucho más sus costumbres y modus operandi que el impulso del nuevo PP, que quiere primarias limpias y unos cambios de fondo que no se van a producir.

Por eso, como partido referente del centro derecha ya está en un segundo plano, y lo más que puede hacer Feijóo, o quien finalmente sustituya a Rajoy, es salvar los muebles amarrando al votante de más de 65 años, conservador y mayoritariamente del ámbito rural.

El PSOE ya se trató de refundar, fue más hábil y ha conseguido parcialmente todo lo que podría dar de sí, por eso está en el Gobierno, y ha ganado una moción estratégicamente, porque supo hacer sus deberes, pero llegó hasta donde pudo y Sánchez es quién es, sea Jefe de Gobierno, o un desahuciado de su partido hace un año, y los votantes saben que por mucho barniz que le den, el PSOE es el PSOE. Por eso el efecto demoscópico será un abrir y cerrar de ojos para el PSOE, y los votantes de Podemos sabrán diferenciarlo, están formados, aspiran a más que un gobierno feminista, ecologista, europeísta y moderno, quieren democratizar su forma de vida, igual que los de Ciudadanos, por eso en esencia el concepto de PARTIDO POLÍTICO está en plena mutación, y gobernará el que se adapte a lo que la mayoría de los ciudadanos quieren, los que dirigen son ellos, no los políticos, aunque estos se empeñen en prolongar una agonía sin el aval de las urnas. Pan para hoy y hambre para mañana. Aún no han captado el mensaje, ni entienden al nuevo votante, que es el que viene.

La llegada del Gobierno de Pedro Sánchez, es aviso a los nuevos partidos, que ya no son tan nuevos: no vale fiarlo todo al globo demoscópico y el pulso en la calle, hay que entrar en el cerebro de los electores, entender qué quieren y cómo, y hacerles más fácil la vida contando con ellos para la política, cuantos más, mejor,  porque a todos les afecta los movimiento que hace el partido al que votamos. Ciudadanos y Podemos tienen un votante más exigente, que deben cuidar dándole lo que pide o sino muchos se verán abocados a volver a los viejos partidos. Estamos en el tiempo de descuento para todos.

 

José Manuel San Millán

Socio Director de Target Point y Fundador de @electocracia

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Nuevo Gobierno, Pedro Sánchez, PSOE

Un castillo de naipes que se desmorona

 

Un castillo de naipes que se desmorona:

El Partido Popular pudiera decirse que se desintegra, o si no es así, realmente lo parece. Todos los escándalos de corrupción que están aconteciendo y los procedimientos judiciales que hay en marcha harán mucho más daño, aún si cabe, a la ya desgastada imagen de partido que aún mantiene a día de hoy. Algunos dicen que es un proceso de ucedeización clara, es decir, algunos prevén que podría seguir la misma suerte que la extinta UCD de Suárez cuando fue fagocitada por Alianza Popular, allá por el año 1982, al pasar de 168 diputados en las Elecciones Generales de 1979 a 11 diputados en las Generales de 1982. Bien es cierto que UCD se encontró con otros tipos de problemas económicos, sociales y políticos en una época de nuestra historia muy convulsa y compleja (un aumento del desempleo creciente – se pasa de una tasa de desempleo de un 5.7% en 1977 a un 17.9% en 1982-, una tasa de inflación cercana al 20% en 1978 y se produce una caída del PIB desde 1981, que no se recuperará hasta 1987 y donde se acrecientan las diferencias reales entre España y su entorno) que el PP no tiene. Además, lo más difícil de entender es que todo lo que le está ocurriendo al Partido Popular hoy día, le está aconteciendo en un entorno económico favorable pues los datos y cifras macroeconómicas son positivos respecto a hace 5 ó 6 años, siendo incapaces de rentabilizar políticamente tal coyuntura.

Ciudadanos, como es lógico, está jugando su partida; siendo sujeto observador de los sucesos que ocurren en casa de su ¨rival¨de espacio político y, al tiempo, apropiándose legítimamente de signos y símbolos tradicionalmente propiedad del PP. La presentación de la plataforma o movimiento España Ciudadana en IFEMA el pasado domingo, donde se inundó el auditorio de banderas nacionales, al tiempo que aparecían referentes y líderes europeos en grandes pantallas y donde Marta Sánchez cantó a pulmón su letra del himno español ha hecho también daño a la imagen del Partido Popular ante sus votantes y simpatizantes, demostrándolo a través de declaraciones de alguno de sus líderes como Fernández Maíllo, al que parece no le gustó el acto de “españolismo” de Ciudadanos. Incluso desde la izquierda mediática también se atacó a Rivera con este asunto como fue la entrevista que le hizo la peridista Pepa Bueno en la SER y donde, entre preguntas, le reprochaba tales actitudes nacionalistas de su partido propias de otras épocas. No se dan cuenta quienes lo critican, que esa táctica política le ha hecho ganar votos a millares en Cataluña siendo hoy la primera fuerza política, ya que tanto PP como PSC precisamente lo que hicieron fue renunciar a esta identidad nacional seguramente por los complejos de españolidad y también, probablemente, por querer rascar votos del nacionalismo llamado “moderado”. Cosa, por otro lado, totalmente errónea y nefasta para estos dos partidos tradicionales pues con esta actitud lo que demostraron fue que dejaban de lado y renunciaban a un nicho de mercado electoral muy amplio, al tiempo que siguieron claudicando y transigiendo con los excesos de los nacionalistas e independentistas desde los respectivos tiempos de gobiernos centrales del PP y del PSOE.

Igualmente, la desafección que se está produciendo ya entre los menores de 55 años respecto al Partido Popular, tal y como muestra el último CIS, parece que ya sólo conserva un perfil de votante conservador y envejecido y hace que el futuro del PP no sea el más deseable para un partido político que tiene como objetivos estratégicos conservar el poder y mantenerse como fuerza y opción política.

A esta crisis del Partido Popular, se le suma que muchos de sus líderes están tocados y a día de hoy se puede decir que existe también una crisis de liderazgo clara en el propio partido. Rajoy, a sus 63 años, sostiene el partido en sus espaldas sin ver a nadie que por un lado le ayude a llevar el peso de las desgracias y que demuestre que pudiera tener proyección de futuro. Frente a esto, el liderazgo unipersonal de Rivera, sin ataduras aparentes ni pasado enturbiado, haciendo demostración de partido de estado ya que apoya al Gobierno en asuntos generales y, al tiempo, recoge potenciales papeletas de los que ven que el Partido Popular, su referente ideológico y su partido tradicional, se deshace entre detenciones, procedimientos judiciales y dirigentes poco aplicados en sus estudios de postgrado.

Por último, apoyados en datos del último CIS, nos queda añadir la siguiente reflexión: el PP pierde todos los años entre 103.000 y 108000 votantes por defunción. Esto es un problema gordo y más cuando las nuevas generaciones de primeros votantes que entran en el mercado electoral no te votan o te votan poco según el CIS.

 

Rubén Rodríguez

Socio Fundador de @electocracia

 

 

 

Corrupción, PP, Rajoy, Zaplana

El inexistente voto femenino

El inexistente voto femenino

Mi abuela votó a las derechas. Esa sería la conclusión lógica de un comportamiento que las mujeres tuvieron de manera mayoritaria en la Segunda República Española. Al menos eso es lo que los analistas de la época, todos hombres, dedujeron del triunfo de la derecha tras las primeras elecciones en que las mujeres pudieron votar en España. Vicente Blasco Ibáñez que entonces dirigía el diario El Pueblo, un periódico republicano que llegó a ser el más leído en Valencia, las acusó vehementemente de haber dado al traste con el viejo sueño republicano. La explicación era que las mujeres eran más conservadoras en general y su principal influencia salía de los confesionarios.

Mientras elaboraba mi tesina sobre la prensa femenina de la Segunda República le pregunté: “Abuela, tú cuando votaste a la derecha antes de la guerra, ¿eras consciente de lo qué votabas?” Ella, que era mundana y viajera, me respondió: “Querida, le pregunté a tu abuelo lo que tenía que votar e hice lo contrario”. Comprendí entonces la importancia del secreto en el voto.

El 19 de noviembre de 1933, 1.729.793 mujeres (de un censo de 6.783.629 de electores) pudieron votar por primera vez
El resultado de las elecciones de noviembre de 1933 fue la derrota de los republicanos de izquierda y de los socialistas y el triunfo de la derecha y del centroderecha, debido fundamentalmente a que los partidos de esa tendencia se presentaron unidos formando coaliciones, mientras que la izquierda se presentó dividida.

Todas las mujeres no votan lo mismo, así que es absurdo hablar de un voto femenino, de igual forma que no hay un voto joven ni un voto hispano, ni siquiera un voto urbano. En España las mujeres no decantan un voto hacia ninguno de los lados, seguramente porque no tampoco hay una oferta propiamente femenina, que proponga un programa sobre problemas exclusivamente centrados en los intereses de la mujer. Pero es que tampoco hay un interés único y común. Las diferencias entre unas y otras se producen en función de otras variables, como la edad, la clase social o el entorno.

En los programas electorales podríamos distinguir entre los que recogen demandan feministas o los que no, y ni siquiera eso agrupa a las mujeres en torno a esta oferta de forma clara y delimitada. Posiciones en torno al aborto, a la gestación subrogada, a la baja por maternidad, la conciliación familiar, la violencia de género o la brecha salarial, son los temas que polarizan los debates a lo largo del eje ideológico. Se trataría de dos formas diferentes de entender el feminismo. Desde la intransigencia machista hasta el extremo apoyo y fomento a la mujer considerada como víctima (que lo es, por cierto), pasando por zonas más liberales que basan los argumentos en la defensa de los derechos humanos de las mujeres como los de cualquiera.

Podríamos decir que las mujeres votan como los hombres y desconfían de una mujer candidata como lo harían de un hombre. No tengo el dato, pero no creo que Inés Arrimadas en Cataluña haya recibido el apoyo incondicional de las mujeres. Lo que sí ha conseguido es que no la votasen por ser mujer, ni por lo contrario.

Imma Aguilar Nàcher

Consutora Política y asesora de comunicación

@immaaguilar 

Perfil Público

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8Marzo, Feminismo, Sufragio, Voto