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La incógnita es el PP

Cuando en el mes de junio de 2018 Pablo Casado se hacía con los mandos del Partido Popular en dura pugna con Soraya Sáenz de Santamaría, se abría en el PP un hálito de ilusión política e ideológica de revancha por el tiempo perdido en la desmovilización. El partido iba a ser manejado por un joven político –y su equipo- educado en los principios básicos y clásicos de la derecha española. La formación venía de una desmovilización ideológica de años basada en un abandono de los valores, doctrinas y referentes clásicos del partido hegemónico, quizá más orientado hacia el pragmatismo del presidente Rajoy por resolver los acuciantes problemas macroeconómicos que nos había dejado una grave crisis económica, que a reforzar las ideas políticas de un partido en un entorno político interno cambiante y en un entorno externo aún más cambiante, sólo había que mirar qué ocurría en Francia con los partidos clásicos de la derecha y las nuevas fuerzas emergentes.

Pablo Casado se puso manos a la obra preparándose para hacer frente, por un lado al PSOE de Pedro Sánchez, que había ¨asaltado¨ el gobierno –y se reforzaba progresivamente por la inercia del ejercicio del poder- y por otro lado, a tratar de recuperar el espacio perdido en el entorno y lugar del centro-derecha. Por tanto, uno de los objetivos estratégicos de los nuevos gestores del PP era volver a consolidar al partido como la principal formación de la derecha española, tratando de contener a Ciudadanos que le restaba votos por el centro y además, a controlar el crecimiento de una formación como Vox que venía o se inspiraba en los principios fundacionales del PP, o sea, en Alianza Popular. Estos retos eran los que Pablo Casado y su equipo tenían que tratar de afrontar de forma urgente y gestionar para volver a ser el partido que en su momento fue, con el objetivo de poder afrontar unas futuras elecciones con garantías mínimas, sino de ganarlas, de al menos ser el principal partido de la derecha, o sea, de obtener un resultado que le distancie de su perseguidor para poder tener alguna mínima garantía de llegar a acuerdos de investidura, y tener así alguna opción de gobernar frente ¨a las izquierdas¨ y sus aliados nacionalistas de todo tipo.

Qué duda cabe que no era una empresa fácil. Probablemente no son los mismos tiempos y circunstancias las actuales que lo eran las de 1986 o las de 1996 cuando el Partido Popular monopolizaba y mandaba en el centro-derecha nacional, desplazando a otras formaciones a su desaparición como ocurrió inicialmente con UCD, o posteriormente con el CDS. Es obvio que la sociedad ahora tiene exigencias y demandas bien diferentes a las que había entonces. Bien, pues parece que el nuevo PP de Casado no ha podido afrontar esta compleja pero esencial tarea existencialista. Vemos que Ciudadanos está sumando personas de relevancia significativa a sus filas provenientes del Partido Popular. Si ya sumó al ex presidente de Baleares, Bauzá, ahora lo hace con un presidente en activo por el propio Partido Popular, que además es el presidente de la comunidad autónoma más importante por PIB de España como es la Comunidad de Madrid. Deserciones de históricos como las de Martínez Vidal o Íñigo Henríquez en Madrid hacia Vox; guerras internas como la de Asturias entre Mercedes Fernández y el propio Casado, que fue confirmada en su momento como la candidata del PP al Principado de Asturias y luego fue sustituida por la oficialista Teresa Mallada, o la guerra en la Diputación de Ávila cuyo presidente crea otro partido al tiempo que sigue siendo presidente de dicha Diputación; espantadas como la designada Ruth Beitia en Cantabria para volver al punto inicial con Sáenz de Buruaga. Rebeliones de las bases del PP en Baleares contra la sede central “genovesa”, es decir, contra la candidata oficialista,  María Salom, que fue reemplazada in extremis, dejan al partido con una imagen de gestión interna estos diez meses muy deteriorada y que probablemente tenga su repercusión en las elecciones del 28 de abril.

 

Logos principales del partido popular desde su fundación.

A todo esto hay que añadir, para mayor desgracia del PP, que Vox podría obtener un resultado muy superior al estimado en las encuestas que se han ido ofreciendo desde hace meses, cuyo mejor resultado lo sitúan en un 13%. Hay estudios recientes que hemos manejado en Electocracia que estiman que Vox podría estar más cercano al 16% que a ese 12-13%, lo cual significa que el PP podría estar por debajo del 20% (lo que supone una pérdida respecto a 2016 de más de 13 puntos), al tiempo que Rivera podría estar recuperando enteros ganados en los dos debates televisivos donde fue mucho más incisivo con Pedro Sánchez que ningún otro candidato, mientras recluta referentes para su causa a 4 días de unas elecciones como el todavía presidente de la Comunidad Madrid por el Partido Popular, Ángel Garrido.

Probablemente uno de los mayores errores de Casado y de su equipo de gobierno ha sido no valorar el trabajo de los altos cargos y de los cargos intermedios que han estado trabajando en los tiempos pasados en el partido. Cuando lo óptimo hubiese sido contener a estos cargos, y máxime ante un período electoral que no sólo era previsible sino que se sabía que estaba a la puerta de la esquina a fin de evitar fugas a otras formaciones, tensiones y rebeliones internas. Un ejemplo contrario a esto es lo que hace en Andalucía, donde mantiene a Juan Manuel Moreno sin ser afín a su lucha partidista y apoyando éste a la candidata Soraya, pero la realidad es que Juan Manuel Moreno da un resultado efectivo pese no tener un gran resultado electoral. Y, ¿porqué mantiene a Moreno Bonilla? La respuesta es porque hay un período electoral en puertas y relevar lo hubiera sido un error. Se mantiene y luego en función de resultados se tomaría una decisión. Sin embargo, esta receta no la aplica en los casos anteriores donde, igualmente, hay períodos electorales. Está claro que esto se ha dimensionado de forma no correcta.

Al igual que el populismo de izquierdas estuvo a punto de laminar al PSOE con cuatro ideas relativamente sencillas que calaron de manera muy profunda en el electorado español de la izquierda durante los años de la crisis (no pagar la deuda a los bancos; vivienda gratuita de los bancos para todos paralizando los desahucios; renta básica para todos e ir contra la casta oligárquica que nos dirigía). Ahora el Partido Popular tiene que luchar contra las ideas y mensajes de Vox, que muchos de ellos no dejan de tener cierta dosis de populismo de sentido contrario (dado que lo más sólido de Vox es su programa económico, sin embargo no es el motivo por lo que más potenciales votantes está captando); por ejemplo, todo lo referido a la supresión de las autonomías y la revisión de nuestra configuración administrativa de 1978 (hay una visión en el electorado conservador que parte de nuestros problemas económicos y en particular los vinculados al déficit del estado viene por el oneroso coste de las autonomías); lo concerniente a las relaciones de género y a la derogación de la Ley Integral de Violencia de Género (que cala en un electorado masculino y en su entorno que han sufrido, por ejemplo, agravios en las situaciones de divorcio); la sensación de impunidad frente a los delincuentes (donde se perciben leyes muy laxas frente al delito); el problema de las fronteras y la inmigración (donde se interpreta el descuido y coladero de nuestras fronteras) y el dominio sobre el concepto del nacionalismo español (exacerbado por los procesos políticos en Cataluña y País Vasco, en particular, así como el resurgimiento de los nacionalismos en Baleares, Navarra, Comunidad Valenciana…), entre otras.  El PP no ha sido capaz de desmontar el constructo de Vox, sencillo pero “directo al corazón” del votante de derechas, que ha supuesto su migración. El Partido Popular debió poner el énfasis absoluto en que es el único partido que puede ofrecer garantías de gobernabilidad serias resolviendo los problemas de los ciudadanos y contrarrestando los mensajes de su mayor adversario político que ahora es Vox, potenciar un programa económico basado en el empleo, en la creación de riqueza y en la seguridad jurídica. Esto probablemente se haya ido fraguando en los años anteriores a Pablo Casado cuando el Partido Popular perdió su esencia doctrinal, abrazó ideas de la socialdemocracia y renunció a muchas de las ideas y conceptos del conservadurismo social y del liberalismo económico, al tiempo que ideas de izquierda iban colonizando espacios sin contrapeso por parte de la derecha española, quedando sus votantes incrédulos y viendo cómo la izquierda se reforzaba ideológicamente y hacía prevalecer sus ideas en el universo ideológico de la sociedad.

Rubén Rodríguez Martínez

Presidente de www.electocracia.com

 

 

 


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