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MAKE AMERICAN GREAT AGAIN vs OUR BEST DAYS STILL AHEAD

A menos de 6 semanas para las elecciones norteamericanas, marcadas en el calendario el martes 3 de noviembre, los equipos electorales de Joe Biden y Donald Trump fuerzan la maquinaria electoral para hacer llegar los programas electorales cargados de promesas en un caso, y de éxitos y consecuciones en otro, para convencer a un votante que está viviendo una campaña extraña o enrarecida a las puertas de unas elecciones:
violentos disturbios raciales en determinados Estados, catástrofes naturales en la costa oeste del país, una epidemia nacional, la del Covid, que ha cobrado la vida de más de 200.000 norteamericanos. Y, por si era poco, se ha colado la lucha por el control de la Corte Suprema con la vacante por el fallecimiento de la juez Ginsburg y su previsible sustitución por la juez Amy Coney Barrett, a propuesta del Presidente Trump, lo que le permitiría al Partido Republicano controlar el Alto Tribunal durante la nueva legislatura al margen del resultado en las elecciones, y que está marcando claramente la campaña electoral.

Trump y su jefe de campaña, Bill Stepien, han diseñado una campaña sobre tres aspectos estratégicos o pivotes electorales: por un lado está centrado en exponer sus logros este mandato; Trump no se centra en un programa de propuestas referido a lo que hará si gana o en un programa de gobierno pro futuro, sino se centra en lo que se ha hecho, en lo que él ha conseguido y  en especial en los logros económicos obtenidos estos últimos cuatro años para la sociedad norteamericana y en particular para la clase media y para las empresas del país. El segundo aspecto estratégico de la campaña de Trump consiste en recabar apoyos tácticos y visibles en todos los espectros y sectores de la sociedad civil para contrarrestar las acusaciones del perjuicio que han causado sus políticas a determinados grupos sociales y étnicos de la sociedad estadounidense y limar la visión autoritaria que de él parte de la sociedad norteamericana –y mundial- tiene. Y el tercer eje estratégico consiste en hacer ver a quién me enfrento –en todas sus dimensiones- y contra quién debe América luchar para no caer en el izquierdismo radical y en el caos como ha hecho parte de la Europa democrática. Ciertamente, estos tres ejes estratégicos de Trump están cuidadosamente medidos por el equipo de Stepien, aunque Trump siga dando la imagen de ser un político no al uso, o un outsider como se le ha acusado por parte del establishment republicano al que cada día está más enfrentado y ya casi se habla de una suerte de corriente política dentro (o al margen) del republicanismo, el Trumpismo, que ha hecho que políticos tan influyentes en el partido Republicano como Mitt Romney se hayan distanciado e incluso hayan criticado abiertamente la forma de hacer política del presidente Trump. O cómo el candidato republicano fallecido, John McCain, prohibió a Trump asistir a sus funerales en Washington. Por poner dos ejemplos visibles de dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos y referencias del republicanismo tradicional abiertamente críticos con el presidente Donald Trump.

El primero de los elementos estratégicos de Trump: ¨lo que he conseguido en mi mandato¨. Trump pone en valor los logros obtenidos en el periodo  2016-2020, centrándose en el aspecto económico como la estrella o la punta de lanza de su campaña electoral. De ahí destaca la importante bajada de impuestos que según su propaganda alcanzó a un 82% de las familias norteamericanas, calificándolo como de una auténtica revolución fiscal. La reducción de impuestos para las pequeñas empresas cifrados en más de 415 mil millones de dólares en desgravaciones fiscales directas. La consecución del pleno empleo, con unas tasas de desempleo de un 3.6% en diciembre de 2019, aumentado en la actualidad a cifras de un 8.4% como efecto de la pandemia. Igualmente está haciendo en su campaña alarde del proteccionismo de los productos nacionales, como el acero y el aluminio, al que impuso un arancel del 25% al acero importado y un 10% al aluminio como aspectos estratégicos para proteger la productividad y el empleo en USA. Este aspecto se ve incluso más cercano en nuestro país con el asunto de la aceituna y el aceite de oliva con aranceles del 25%; o como Estados Unidos se ha descolgado en 2017 de la Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica por ser lesivo con el mercado laboral interior norteamericano. Otro logro que pone en valor, éste en el ámbito exterior, son las políticas correctivas llevadas en Oriente Medio, Corea del Norte y Venezuela donde la administración Trump dio giros radicales respecto al gobierno de Obama y donde además ha sancionado la tenencia de armas nucleares, como las sanciones interpuestas a Corea del Norte o a Irán; respecto a Venezuela el asesor de Seguridad Nacional, Robert O´Brien, habla abiertamente de máxima presión y que esto se pueda visualizar en la propia campaña electoral como un gesto a la comunidad centroamericana. En el ámbito regulatorio ha hecho importantes reformas derogatorias, basadas en una política de desregulación y donde el propio Trump anunciaba al inicio de su mandato que por cada regulación que se hiciese efectiva, serían derogadas dos normas regulatorias, calificadas muchas de ellas como de verdaderas barreras a los mercados. Se estima que este mandato del presidente Trump se han retirado más de 800 normas regulatorias. Junto con la desregulación prometió reducciones burocráticas y administrativas en los sectores agrícola, medioambiental y energético, siendo importantes logros los que su gobierno consiguió en estos ámbitos. Por tanto Trump se presenta a esta reelección como un gobernante que ha conseguido dinamizar el mercado de trabajo consiguiendo pleno empleo, bajar los impuestos significativamente y defender el mercado interior productivo y eso es artillería pesada para su campaña electoral.

El segundo pivote estratégico, y muy importante por los tiempos de tensiones raciales y étnicas que se viven en el país, consiste en  dar visibilidad en su campaña a colectivos que han utilizado en su contra el Partido Demócrata y determinada prensa denominada ¨ hostil¨ por Trump: ¨quién me apoya y quién está conmigo¨. Un buen ejemplo de ello es la campaña a su favor en las redes de diversos colectivos de la sociedad civil americana. Colectivos de todo tipo e índole y de carácter transversal están apoyando al candidato republicano. Desde el colectivo denominado ¨Mujeres Americanas¨, donde tiene una Junta Asesora de mujeres republicanas cuya figura más visible es la ex Fiscal General de Florida Pam Bondi y otras figuras influyentes y representativas como la ex gobernadora de Arizona Jan Berwer, entre otras, hasta colectivos de carácter étnico como es el sector latino, representado por la empresaria de origen cubano y actual vicegobernadora del Estado de Florida Jeannete Nuñez. Al tiempo que está siendo apoyado por el colectivo afroamericano (Black Voices for Trump) donde ha reclutado a personas influyentes tal como la bloguera Stacy Washington o al pastor Darrell C. Scott, fundador del New Spirit Revival Center de Ohio y con una influencia sobre el colectivo afroamericano muy considerable. Trump también ha recibido apoyos abiertos de la policía norteamericana a través del Comité ¨Cops for Trump¨ y donde afirma abiertamente que el izquierdismo (o el partido Demócrata actual) está de parte de la delincuencia violenta y organizada en las ciudades donde ha habido disturbios raciales. En definitiva, Trump está buscando el apoyo de multitud de colectivos como estos, y otros muy representativos como son los religiosos (Catholics for Trump, Evangelicals for Trump, Latter Sants-Day Saints for Trump); colectivos étnicos (Irish for Trump, Italian for Trump, Greek for Trump, Jewihs voice for Trump; Polish for Trump, Muslin Voices for Trump), colectivos profesionales (Lawyears for Trump, Medicals for Trump)… Es decir, Trump busca el apoyo de todos los colectivos y grupos representativos de la sociedad norteamericana y atraer con ello la sociología de base de ese voto con el propósito de demostrar que la América realista de la calle, la que trabaja y que busca prosperar, está con él y su proyecto de país.

Y, el tercer elemento de su campaña es¨ a quién me enfrento o quién está en frente de mí¨ (de Trump). Este es el elemento donde más importancia tiene el aspecto emotivo y donde el candidato republicano y su equipo tratarán de ¨poner contra las cuerdas¨ durante la campaña a Joe Biden, a su equipo, sus financiadores y lo que Biden representa y podría hacer si llega a ganar y a gobernar los Estados Unidos. Trump ha dicho en varios mítines que Biden es una persona con dificultades físicas y mentales (¨Biden está vivo y no lo sabe¨). Ciertamente Biden ha dado muestras de no estar en su mejor plenitud con visibles errores públicos y eso Trump lo está utilizando, porque eso en Estados Unidos en campaña electoral vale y además cuenta. Trump está trasladando a la sociedad americana que los disturbios raciales han estado provocados por grupos desestabilizadores de extrema izquierda que ahora están en las filas del Partido Demócrata y, además el Partido Demócrata está siendo financiado por desestabilizadores mundiales como Soros (ciertamente Soros ha financiado la campaña de Biden donando 50 millones de dólares para la campaña en el Estado de Pensilvania y en el de Florida –estado clave-) o por monopolistas de la información económica como Michael Bloomberg – ex alcalde de Nueva York y rival de Biden en Primarias- que donó 100 millones de dólares para la campaña en el Estado de Florida, recordemos la importancia capital de ganar en este Estado por el número de representantes que otorga y por el valor significativo que tiene, pues desde 1996 no ha habido ningún candidato que haya perdido en el Estado de Florida que haya conseguido ser presidente de los Estados Unidos. Además Trump, está utilizando la propuesta de ampliación de derechos que propugna Biden para mandar un mensaje claro: Esto es inasumible actualmente por su altísimo coste económico para la nación americana y sus políticas conllevarán necesariamente la subida masiva de impuestos, suponiendo una regresión fiscal respecto a los últimos años. Las subidas de impuestos lastrarán el crecimiento.

Además de atacar la aparente atrofia física de Joe Biden, su estrategia sobre contra quién rivalizo, consiste en afirmar que el partido Demócrata ha sido secuestrado por las élites millonarias de la Costa Oeste y por el radicalismo de izquierdas antisistema, en especial por la corriente más izquierdista que es la que representa el senador por Vermont Bernie Sanders y rival de Biden en las Primarias Demócratas. Trump está lanzando un mensaje electoral contra el Partido Demócrata de estar próximo a la dictadura bolivariana de Maduro y de colectivos abiertamente cercanos a la izquierda radical europea. Donald Trump se presenta, y así lo quiere trasladar como ya  hizo en 2016, como un hombre de acción y un gestor de empresa que dirige los Estados Unidos como si de una gran corporación se tratase siendo él el ejecutivo más importante. Cierto es que ahora en los mítines habla ya de la experiencia adquirida como gobernante y líder mundial. Pero a diferencia de Biden, que ha descargado parte de su campaña en su número dos, Trump se presenta como un presidente que toma directamente decisiones y las ejecuta eficazmente, además de aplicar contundentemente la ¨law and order¨.  Igualmente, Trump acusa a Biden de haber hecho un programa de gobierno irreal basado en teorías izquierdistas, imposible de cumplir y que será muy costoso para la ciudadanía norteamericana que conllevará importantes subidas de impuestos, y en este sentido Trump tiene mucho terreno ganado porque el programa de Biden es muy ambicioso para una legislatura, complejo y parece muy costoso de realizar, al menos en el corto plazo.

La campaña de Joe Biden está en otra línea bien diferenciada a la de Donald Trump. En primer lugar Biden está alineado con el establishment del Partido Demócrata y aunque las primarias fueron bastante duras, se podría decir que Biden ahora es un político demócrata de consenso. Ha sabido reestructurar tendencias diversas dentro de su partido, recabando apoyos de sus propios rivales de primarias y tiene el apoyo, a su vez, del todopoderoso expresidente demócrata Barak Obama que lo está ayudando y apoyando en las redes sociales, ya que uno de los puntos débiles de Joe Biden es la gestión de su imagen y discurso en las redes sociales en comparación con Trump, que parece dominar las redes sociales y en especial Twitter como una prolongación de sí mismo.

Biden y su equipo electoral, dirigido por Jennifer (Jen) O´Malley Dillon, se han encontrado con la grave crisis sanitaria que, a priori, le ha podido beneficiar en las encuestas al igual que le beneficiaron inicialmente los disturbios raciales producidos en los estados Minnesota, Florida, Los Ángeles o Nueva York y potenciaron su imagen como hombre de estado moderado y de consenso que busca soluciones a los conflictos mediante la ampliación y reconocimiento de derechos civiles. Si bien Trump lo utilizó como arma arrojadiza contra Biden, como ya he dicho, de ser el amparador y en cierto modo instigador de los desórdenes, que por otro lado no son nuevos ya que durante los mandatos de Obama también hubo hechos similares y en otras épocas anteriores conocidas por todos. Aunque ciertamente ahora se está dando la impresión de que el presidente Trump ha podido ¨echar más gasolina al fuego¨ con sus declaraciones a favor de la policía y en contra de determinados grupos sociales al acusarles directamente de ser los provocadores de la llamada violencia policial.

Si Trump está llevando una campaña a cuestas dando imagen personalista, Biden ha descargado parte de su campaña en su segundo de a bordo que es, su otrora contrincante en primarias y ahora escudero en campaña, Kamala Harris (y también en Obama y en los Clinton, como ya se he dicho). La imagen de Harris es impecable en muchos sentidos: mujer, de origen extranjero, persona de gran formación y fue, como Fiscal General del Estado de California, muy dura con la delincuencia violenta, estando muy bien considerada por la propia policía californiana. Biden precisamente motiva su fichaje como una corrección de trayectoria discursiva, es decir, la figura de Harris cumple ambas funciones: gesto hacia las minorías étnicas por su origen familiar y gesto hacia el norteamericano medio que persigue la ley y el orden. Y ahí es donde Biden comienza a separarse dialécticamente del discurso más anti Trump respecto a los disturbios e inicia una remodelación apoyando el orden social, sin renunciar a la ampliación de derechos civiles.

El programa de campaña de Biden está basado en lo que hará si el Partido Demócrata consigue la victoria, es decir, en promesas concretas. Si el de Trump está fundamentado en poner en valor lo que hizo y en los éxitos obtenidos por la Administración republicana y en seguir profundizando en esos logros. El programa que lleva a campaña Joe Biden, al que se le puede calificar de extremadamente ambicioso y amplio, podemos dividirlo en varios grandes apartados; por un lado, el primer bloque sería todo lo relacionado con el ámbito social y la ampliación de derechos civiles, incluyendo los asuntos medioambientales y de cambio climático, así como un amplio programa dirigido a las minorías étnicas y raciales, que lo vincula con la consolidación de derechos civiles. El segundo bloque es lo relacionado con el ámbito de la reestructuración económica de Norteamérica. Biden y su equipo han hecho curiosamente un programa económico basado en el proteccionismo con muchas similitudes al programa económico que Trump llevó a las elecciones de 2016. Y el tercer gran pivote de Biden es la política exterior de Estados Unidos y la reformulación del nuevo papel que debe jugar en el orden mundial donde se reforzará la presencia norteamericana en el mundo, es decir, el liderazgo mundial que los Estados Unidos ha perdido como consecuencias de las políticas exteriores que la Administración Trump llevó a cabo desde 2016 y la renuncia voluntaria a un papel protagonista en el mundo actual, a juicio de los demócratas.

Respecto al primer eje estratégico del programa de Biden, el de la ampliación los derechos civiles, está basado en dos fórmulas; por un lado recoge parte del ideario de los partidos de centro izquierda europeos y a su vez basa su programa en recuperar parte del programa de Barak Obama en diversos campos: prolongar la educación más allá de la escuela secundaria que finaliza a los 12 años y adecuar nuevas infraestructuras educativas, aumentando el gasto en educación de forma integral, es decir, tanto en infraestructuras como en capital humano donde las comunidades afroamericanas puedan tener profesores afroamericanos para evitar el abandono escolar y procurar una mejor integración. Una campaña dirigida a la tercera edad, reforzando a los jubilados con menor poder adquisitivo. Un programa de energías renovables y energías limpias que beneficiará a las comunidades más empobrecidas, siguiendo el criterio del informe ¨the Climate Gap¨ de Rachel Morello-Froch, donde pretende crear un departamento de Justicia Ambiental y climática dentro del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Igualmente, Biden ha establecido programas específicos para comunidades étnicas como son los latinos, los asiáticos, los indígenas (a los que considera País Indígena) y una agenda de legislatura exclusiva para la comunidad negra o afroamericana. Asimismo, también tiene un programa específico de reconstrucción económica por la crisis sanitaria originado por la Covid-19 y ha anunciado una Estrategia Nacional de reconstrucción de la pandemia, al tiempo que promete ampliar y extender el plan sanitario conocido como Obamacare y la protección del cuidado de la salud a bajo coste, que consiste en la extensión universal de un seguro de salud para todos los estadounidenses y proporcionar una alternativa de salud, el llamado Medicare, que consistirá en que si la aseguradora privada no se adapta a las necesidades del ciudadano, éste podrá disponer de otras alternativas similares desde un sistema público. Un programa específico sobre la mujer, la igualdad de derechos reales sociales y la violencia de género. Igualmente, pretende asegurar vivienda digna como un derecho universal de todo norteamericano y que pueda llegar a las etnias y grupos sociales más desfavorecidas de Norteamérica, interviniendo el mercado de la vivienda. Biden pretende también ampliar el seguro de desempleo mediante la reforma de los programas de compensación, que consiste crear retribuciones en otros conceptos, tales como seguros de salud, a trabajadores con reducción de jornada en aquellas empresas con dificultades.

En el plano económico Joe Biden aborda un programa profundamente proteccionista que se puede advertir en el lema de la parte económica ¨Build back better¨, en contraposición con lo que en Europa se pueda creer. Joe Biden, ha confeccionado un discurso económico basado en fomentar la producción industrial en los Estados Unidos, como mensaje claro y directo a los Estados industriales. Biden propone que se deberá asegurar que no sólo la producción, sino que la cadena de suministro se efectúe íntegramente en Estados Unidos, generando valor en el propio país, reduciendo la dependencia productiva de China, bautizando este procedimiento como Buy America, y promete una inversión en I+D+I de 300.000 millones de dólares en los próximos cuatro años a objeto de modernizar las estructuras productivas del país en una suerte de pacto federal de los 50 Estados. Curiosamente este aspecto marcadamente proteccionista, en febrero de 2017 la Administración Trump, ordenó que el trabajo de ciertas actividades se desarrollase con acero producido íntegramente en Norteamérica, aspecto plenamente coincidente con el programa demócrata. Biden pretende reforzar sectores considerados como estratégicos como son el manufacturero y el sector tecnológico y convertir a la propia administración pública en una locomotora de adquisición y compra gubernamental, elevando las compras en cuatro años por valor de 400.0000 millones de dólares, que en palabras de Jake Sulivana, asesor del Partido Demócrata, sería la mayor movilización de inversiones públicas en adquisiciones desde la II Guerra Mundial, permitiendo recuperar el empleo perdido por el efecto Covid. Acusa a la Administración Trump de haber deslocalizado empresas fruto de la agresiva política económica y fiscal. Igualmente Biden tiene un programa muy definido para fomentar el asociacionismo sindical, o sindicalismo en las empresas, y potenciar la negociación colectiva en los cincuenta Estados, cuestión compleja en Estados Unidos. Desde el punto de vista fiscal, Biden propone un reajuste de impuestos, recayendo la carga contributiva en las grandes corporaciones y en las rentas más altas y propone en su programa económico que las rentas por debajo de 400.000 dólares no se les grave y que sea a partir de ahí donde se focalice la recaudación y gravamen fiscal. Acusa a Trump de haber beneficiados en estos cuatro años de mandato a las rentas más altas y a las grandes corporaciones empresariales del país en detrimento de la clase media, las familias y las pequeñas empresas.

Y en el plano de política internacional, Biden propone dar a Estados Unidos un nuevo liderazgo mundial, cuestión que a juicio de los demócratas ha sido abandonada por Trump en los últimos cuatro años al romper con las líneas marcadas anteriormente respecto a la política internacional norteamericana. Implementar la lucha contra el terrorismo internacional, perseguir el blanqueo de capitales generado a través de empresas fantasma y revertir políticas de asilo impuestas por Trump. Joe Biden propone, además, la celebración de una Cumbre Global de la Democracia. Establece, igualmente, en su programa un plan concreto de alianza con Centroamérica y sus gobiernos para asegurar las democracias y evitar la despoblación de esas zonas geográficas, con planes presupuestarios concretos cifrados en 4.000 millones de dólares para el desarrollo de los países centroamericanos que serán invertidos por la administración Biden en los próximos cuatro años.

Como se puede observar, ambos programas, ambos candidatos y las estrategias electorales de cada partido para llegar al ciudadano estadounidense son bien diferenciadas. Los dos candidatos ya saben por experiencia propia que donde se ganan las elecciones finalmente es en un conjunto concreto de Estados. Esos estados denominados como pendulares (swing states) donde el voto puede variar de unas elecciones a otras y donde el peso de las políticas económicas e industriales puede decantar que varíe el voto de un partido a otro. Ya hemos hablado del Estado de Florida con la importancia del voto latino y el número de representantes que este Estado otorga, nada menos que 29. Otro Estado estratégico por el número de representantes es Texas, feudo de los republicanos y que ahora todas las encuestas le dan tan sólo una ligera ventaja a Trump y que con el tiempo podría variar, este Estado otorga 38 representantes. Y luego, habrá otra lucha electoral muy intensa, y probablemente la más interesante para los analistas, en los Estados del Medio Oeste como Michigan, centro productor nacional del automóvil. En el Estado de Illinois, principal productor de energía y consumidor de recursos naturales para la producción de energía del país. El Estado de Pensilvania principal productor de acero del país. El Estado de Minnesota donde se concentra la minería de los Estados Unidos o el Estado de Ohio, primer productor de soja y trigo y Estado con gran peso industrial en el PIB del país. Serán, por tanto, en estos Estados de los Grandes Lagos donde se vivirá una intensa lucha electoral porque ahí se juegan los candidatos las elecciones y es ahí donde ahora se puede entender la importancia que ambos partidos dan a poner en valor las políticas económicas e industriales proteccionistas. El conjunto de representantes de estos Estados suponen casi 100 representantes y eso decanta claramente el resultado de las elecciones. Por tanto, saben que llegando a los votantes de estos Estados del Medio Oeste tienen parte del camino hacia la Casa Blanca hecho. Así, el factor económico va a tener un papel estratégico y decisivo en esta campaña electoral de 2020, probablemente más que la propia gestión de la pandemia que vive América. Y será pues, en estos Estados, donde la lucha electoral sea más intensa entre ambos candidatos debido a que el sistema electoral norteamericano no gobierna quien más votos saca, sino quien más representantes estatales obtiene y para ello deben dirigir hacia esos Estados sus mensajes, propuestas, programas, logros y proyectos electorales para los próximos cuatro años.

 

Rubén Rodríguez Martínez

Socio Fundador de www.electocracia.com

28/09/2020.


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